sábado, 13 de diciembre de 2008

Producir, producción, projoder


El otro día pasábamos un buen rato el Flaco y yo en su casa mientras bebíamos unas espumosas y escuchábamos Nick Cave y sus Bad seeds cuando en la conversación saltó el asunto de los resfríos. Le decía yo que en el brete de Pam y mío hicieron una lista para que uno pagara de su bolsillo la vacuna contra la gripe. Le mencionaba al Flaco que para qué putas iba yo a pagar para que me pincharan y además no me fuera a resfriar por una año? Veamoslo así, es una forma solapada de empujarnos a no dejar de producir a casusa del siguiente brote de la última cepa del puto virus. Además de disimular el hecho de que el hombre sigue impotente y a merced del virus más corriente del mundo luego de el de los políticos corruptos, cobran por quitarle a uno el chance de andar en pijama, añejo, consentido y mocoso por un par de días en la casa. Acepto que el andar enfermo no es lo mejor pero es parte del asunto de ser humano y de estar vivo. La vacuna no es para ahorrarle harina a la caja, ni para evitarse el riesgo de contagio ni para arruinar a los productores de antigripales, descongestionantes, toallitas de papel, pañuelos, jarabes para la tos, etc. Es una excusa para llevarnos a no dejar de producir, para no faltar, para no ser menos eficaces en la línea de producción... maldita sea!
  La misma vara con los trabajos desde casa. Si, muy chiva no tener que lidiar con presas, ni apurarse para hacer fila para el baño o tomar el desayuno o gastar en transporte, ropa o almuerzo fuera, pero qué hay detrás? Pues sí muñecotes y muñecotas, producir sin excusas y ahorrar costos de producción. Al final, cuál excusa queda para faltar o para irse temprano o para justificar una baja en el volumen de trabajo que manejamos? Por otro lado, el salir al brete a veces hace el brete menos feo. Las interrelaciones laborales no serán la octava maravilla pero le dan dinámica a la rutina y lo hacen a uno salir de la casa, si no vamos a parecer un cangrejo ermitaño. 
  Le decía al Flaco al final y ya medio bolo que estamos en el terrible umbral del fin de las excusas. Qué mierda más triste! Ya no va a quedar lugar para los Fabianes Coto en este mundo, ni para los que de verdad tienen razones de peso para justificar tardías, atrasos, ausencias o indisposiciones. El final de las excusas ya viene, prepárense... 

miércoles, 10 de diciembre de 2008

El espírutu de las leyes de Murphy

Tengo unas frasecitas para compartirles en estas épocas de regocijo, para que ustedes mismos compartan y comprueben con queridos o conocidos.

Para todos los chicos:

Solo se es joven una vez, pero se puede ser inmaduro toda la vida. Axioma de Anderson

Cuando todo lo demás falle, lea las instrucciones. Axioma de Cahn

Para todas las chicas:

La tendencia del humo del cigarrillo a desplazarse hacia el rostro de una persona, varía en proporción directa a la sensibilidad de tal persona al humo. Ley de Sir Walter

La planificación cuidadosa no es sustituto de la mera suerte. Ley de Dunn

Para todos:

El tiempo libre disponible inesperadamente será desperdiciado. Ley de Sandiland

Toda vez que usted comienza a hacer algo, encontrará alguna otra cosa que debió haber hecho antes. Sexto Corolario de Murphy

El total de la inteligencia en el planeta permanece constante; sin embargo, la población sigue creciendo. Axioma de Cole

Es imposible hacer algo a prueba de tontos. Los tontos son muy ingeniosos. Octavo Corolario de Murphy

Nunca discuta con un tonto. La gente podría no notar la diferencia. Primera Ley del Debate

Si no tiene éxito, destruya todas las pruebas de que lo ha intentado. Regla de Fahnstock para el Fracaso

Algunos editores son escritores fracasados, pero también lo son la mayoría de los autores. Observación de T.S. Eliot

sábado, 22 de noviembre de 2008

The importance of being idle


Esta es una viñeta anecdótica del desenfado de un aristócrata venido a menos, que en realidad es un hijo de minero venido a más. Como esos Dorian Grays pálidos, hermosos y encarcelados por enamorar a los hijos de los nobles. Creo que sólo en Inglaterra se puede decir en pleno siglo XXI que la tierra no da para vivir y que se entienda que la renta no alcanza para pagar la renta. Yo siempre quise ser un caballero, en el mal sentido de la palabra, claro, sin embargo, growing older in the rain que hace aguas en el sombrero, me he quedado en la borrachera de dandy con hueco en el zapato, negando la verdadera decadencia de Wilde, que fue en Paris y que es como acaban todos los dandys.
Mientras a Federico lo enterraban junto a la tumba de Dios, una mucama francoparlante inventaba las últimas palabras de Dorian para la posteridad (Billy se las sabe). Todo esto para decir que esta canción me gusta mucho. Probablemente sea una de las peores de Oasis, pero a esos talantes tiendo yo. En todo caso, la holganazería sigue siendo cosa de los elegantes.


The importante of being idle

I sold my soul for the second time
Cos the land, it don't pay me
I begged my landlord for some more time
He said Son, the bills waiting
My best friend called me the other night
He said Man, are you crazy?
My girlfriend told me to get a life
She said boy, you lazy

But I don't mind
As long as there's a bed beneath the stars that shine
I'll be fine
If you give me a minute
A mans got a limit
I cant get a life if my hearts' not in it

I lost my faith in the summertime
Cos it don't stop raining
The sky all day is as black as night
But I’m not complaining
I begged my doctor for one more line
He said Son, words fail me
It ain't no place to be killing time
But I guess I'm just lazy

I don't mind
As long as there's a bed beneath the stars that shine
I'll be fine
If you give me a minute
A mans got a limit
I cant get a life if my hearts' not in it

lunes, 3 de noviembre de 2008

El cambio climático visto por los fachos y los sucedáneos de Heildelberg

Existe una consideración de tinte fascista solipsista no exenta de interés, al menos desde la perspectiva de su inmenso caudal imaginativo. Se refiere, pues, a las causas de la transformación vertiginosa de los patrones climáticos, o más bien, a las causas de la transformación en las determinaciones de la percepción del clima. Una vez que la eglógica placidez de la Región Autónoma de Escazú (RAE) dio paso a un absoluto descalabro urbano-territorial, y una vez que la brisa fresca de las montañas de San Antonio se embulló de un nauseabundo y soporoso vapor, entonces sí que empezó a importar el asunto del calentamiento global. Claro está, la historia no es nueva. El ya conocido fenómeno del reciclaje debe su origen, en parte, a la visceral molestia de los burgueses que veían sus playas de veraneo inundadas de embases desechables. Pero en la RAE poco importan esas cosas. Es absolutamente plausible que un peatón sea asesinado de manera impune por un yanqui frenético que conduce su camioneta (máxime cuando los únicos puentes peatonales son erigidos para los empleados de hipermás). Tan sólo porque el semáforo de perimercados se hace de oídos sordos ante los disuasivos vítores de un claxon y porque las calles de la RAE siguen siendo trillos de carreta con maquillaje de asfalto. Y sucede luego que los altos condominios son diminutas burbujas de confort en un sitio que no ofrece las condiciones básicas para ejercer plenamente la ciudadanía de un jubilado o un yuppie. Aún a pesar de que exista Tony Roma´s para los más parcos y el cine de Lindora para los espíritus más sensibles. La existencia al medio día, en opinión de estos hiperbóreos, requiere a lo sumo de las prerrogativas del aire acondicionado. De otro modo es imposible. Debo confesar, por otra parte, que tengo cierta simpatía por ellos. Es más, de un modo o de otro soy uno de ellos y hasta comulgo con sus consignas. Compartimos un mismo sentimiento de odio hacia el clima caliente. Lo único que nos diferencia en tales posiciones es mi inseparable ventilador TCC Fashion Fan Deluxe, de cuyas tres velocidades sólo funciona la segunda; sin olvidar, claro está, que mis 27 años de inutilidad consumada me mantienen firme en la convicción de ser usuario de autobuses y de cai-tech. Propensos como son a los ejercicios especulativos de toda índole, estos hiperbóreos han desarrollado imaginativas interpretaciones del aumento en la temperatura promedio de la RAE o, mejor dicho, de la percepción que tenemos de la temperatura (antes de seguir quiero recordar la memorable reunión de la Asociación de Mujeres de la RAE, llevada a cabo en el 2004 en la Plaza Itscatzú, en la que se sostuvieron conversaciones sobre el peligro de la gripe aviar, al tiempo que en Cañas, Paquera o en Cachabri la gente deliraba con el dengue). En palabras de muchos de ellos, lo que ha sucedido con la RAE (y en general con el Valle Central, exceptuando Cartago) se relaciona con un proceso de managüización y antioquización del clima.[1] Según estas consideraciones, el elevado número de inmigrantes nicaragüenses y refugiados colombianos (en especial de Antioquia) ha provocado una transformación en la percepción de la realidad climática, ya que éstos, a fuerza de habitud, son incapaces de concebir condiciones climáticas civilizadas. El mundo es una alucinación colectiva y la alucinación colectiva es la suma aritmética de todas las alucinaciones individuales. Cartago, sitio predilecto de curas, viejos y tuberculosos, es un campo de densidad poblacional bajo en el que aún es posible ver la niebla. Escazú, por el contrario, es un polo económico al que peregrinan miles de nicaragüenses y colombianos en busca de trabajo. Fuentes fidedignas señalan las reales intenciones que existen para elaborar un proyecto de incentivo a la migración escandinava, así como otro tipo de extravagancias como el establecimiento de una colonia sami (lepona, como le llaman) en el Bajo de los Anonos. Al parecer, el único obstáculo son los renos y la vocación trashumante del pueblo sami. De cualquier manera el problema está ahí y está lleno de hipotecas y de Wall Street. Según cálculos estimados por la asociación de meteorólogos de la RAE, cada vez que estos inmigrantes o refugiados pronuncian la palabra “casa”, la temperatura aumenta 0,1 grados centígrados.


[1] Respecto a este último punto quiero subrayar las incisivas críticas que ha recibido la oficina del ACNUR por parte del ex ministro de seguridad Fernando Berrocal.

jueves, 23 de octubre de 2008

Fue el plastico

Usualmente algunos, pero solo pocos, bienes culturales, chunches, varas, frases o cosas que produce la gente logran saltar la frontera de la invisibilidad cotidiana para salvarse del olvido. Lo digo con palabras bonitas: son las cosas en las que mejor se impregono el espiritu de la época. Y se podría hacer una lista de las solemnidades, estupideces, genialidades y de más, que espejan el sentido de las gentes, por ejemplo: el goito ergo sum, el parapapa de la tercera de Bethoven, el yo es otro, el tren en el XVIII, el automovil del XX, los anticonceptivos y el rock en los sesentas, el Hasta la Victoria Siempre, el Toco tu boca. Y claro no podriamos olvidar las versiones criollas de nuestro arraigue nacional: empecemos por el principio: el "hasta que se aclaren los nublados", el ferrocarril a Limon en el XIX, el ¿para que tractores sin los violines? "el porta mi" de las noches taurinas de un año en los noventas, El mamá Maria del curita Calvo o el "En esta casa somos Catolicos, no insita", el "a celebrar carajo" grito de guerra de todo buen mundialista.
Es claro que pocos por no decir nadie, se acuerdan del asiento de la periferica o del Tuasa donde poso sus nalgas en el último viaje, o del libro de matemátiticas de cualquier año del cole o de las patas de la cama o de lo que dijo Julio Rodrigues hoy o cualquier dia en La Nacion, o del canasto de bejuco donde guardaban la ropa sucia hace algunos años. Estas son algunas de esas cosas donde o el Espitu, o no copulo bien o lo hizo asi con toda la clara intencion de condenar al silencio a algunos ( El caso del perrillo de Llorente)
Hace poco tiempo, andando por Barva buscando a los últimos canasteros del pueblo que tenian una tradicion de mas de 500 años en la produccion artesanal nos encontramos a don Sancho, canastero retirado y vecino de la comunidad, quien en solo dos palabras trascendio la barrera de lo invisiblemene cotiano e inaguro el siglo XXI.:
Fue el plástico-dijo don Sancho.

jueves, 9 de octubre de 2008

Defensa de la cotidianeidad

No se trata pues de un modismo europeo que encontré por ahí. No es el resultado de un fugaz pero intenso amorío con una ciclista holandesa. No se trata, por otro lado, de que me haya vuelto “come flores”. Es una preocupación elemental: el derecho a la ciudad, tal como lo ha definido David Harvey. La ciudad es el espacio más propicio para la vida humana y por eso es preciso defender nuestro legítimo derecho a gozar de ella. Ante cualquier digresión romántica me permito cerrar los trece orificios (según los mayas tenemos 13 orificios en el cuerpo, aunque yo aún no los he encontrado todos) y apagar la vela. Quién se incline por la idea de una naturaleza romántica enormemente bondadosa, a la que debemos regresar como se regresa a una “yoedad primigenia”, le recomiendo una sesión de mosquitos en Guácimo. De cualquier manera, conviene aclarar que una defensa de la ciudad no implica, bajo ninguna circunstancia, un desentendimiento total del medio ambiente. Por el contrario. Ese tipo de consideraciones deriva del establecimiento de un falso par antitético ciudad-naturaleza cuya insospechada dialéctica dista mucho de arrojar resultado alguno. La ciudad mantiene una interrelación profunda con el medio ambiente y viceversa. La ciudad imprime una huella ecológica y, a su vez, los elementos propiamente naturales determinan el devenir de una ciudad. De hecho la distinción es artificiosa y proviene de un tipo de conocimiento fragmentario. Siempre me ha resultado extrañamente llamativo el hecho de que las ciudades contemporáneas parecieran no estar hechas para soportar la lluvia. La historia de la humanidad es la historia de su relación con el agua. Me refiero pues al exceso de agua o, en su defecto, a la ausencia de ella. Naturalmente, las deficientes políticas de gestión hídrica de nuestros países han agravado esta situación, ya de por sí, engorrosa. Lo sospechoso radica en que, siendo la lluvia un evento natural (digo evento para hacer hincapié en su carácter súbito) tan familiar, sea motivo de sorpresa y, si se quiere, hasta de caos. No hay duda de que esto tiene que ver, también, con la ausencia de políticas efectivas de ordenamiento territorial e impacto ambiental. Acá es donde quiero detenerme un poco. El Estado debería garantizar un espacio en el que los ciudadanos puedan ejercer plenamente su ciudadanía y, en definitiva, la vida misma. Se trata de la noción de territorialidad en su acepción más ancha, pero también se trata de la noción de espacio con todos sus matices antropológicos tan ampliamente estudiados. Una defensa de la ciudad es además una defensa de los lugares. Viajando por las capitales centroamericanas es posible corroborar que, a diferencia de lo que señalan los adalides de AFC y los “viajeros frecuentes”, San José no es del todo tan fea. No quiero decir, por otro lado, que el resto de las capitales centroamericanas, a fuerza de “desteñimiento”, reafirmen una pretendida belleza josefina. En lo particular Managua me parece una ciudad maravillosa (con todos sus pesares) así como Guatemala, la cual, en mi opinión, es la única ciudad centroamericana con rostro capitalino (en un sentido estricto). San Salvador y Tegucigalpa son auténticas aberraciones y no por ello dejan de ser interesantes. Las ciudades se articulan en torno a las relaciones sociales de producción y a sus aspectos culturales. Un país en el que la concentración de la riqueza llegue a niveles escandalosos, naturalmente, tendrá ciudades con prohibiciones de variada índole. Managua es una ciudad que se desmaquilla aún luciendo su barricada, su coctel molotov y su júbilo de victoria. Aunque este último se encuentre mancillado por el pillaje, la demagogia y el soberbio Edificio Pelas. San José, pese a verse continuamente impelida a convertirse en un putero para red nicks, conserva espacios urbanos aún interesantes, en los cuales se desarrolla una dinámica cultural de gran riqueza. Por lo menos aún hay sodas, cantinas y uno que otro loco. Hace unos días leí un cuento mexicano que se desarrollaba, precisamente, en un burdel josefino y en el que figuraban yanquis por doquier. Vaya una semblanza lamentable. Lo peor es que nada de esto tiene que ver con que haya putas o no. Se trata de que la estructura productiva del país propenda a la treta. Las relaciones humanas que derivan de una nación en la que el sustento procede del aprovechamiento de capital pasajero (turistas), como es de suponer, propician el chulismo. Y hablamos de un chulismo que va desde la partida de golf hasta la conversación amable de un taxista (o una puta pretendidamente colombiana infundiendo lástima). La diferencia es de carácter cuantitativo: el golfista obtiene comisiones de real state mientras que el taxista saca una carrera de más o menos 20 dólares. Todo eso en cuanto a los intereses más difusos. ¿Qué pasa cuándo pensamos en la infraestructura que posee un país con tan desafortunados perfiles? ¡El hormigón! ¡La especulación inmobiliaria! Una invisibilización casi absoluta de las necesidades (y los derechos) del peatón. Pero no pretendo condenar la costumbre de motorizarse. En este país es casi una condición sine qua non para ser un auténtico sujeto. Máxime cuando se trata de buscar pareja (pero eso es otra historia). ¡Peor suerte con la percepción de la seguridad! Muchas personas sólo se sienten seguras cuando deambulan por los pasillos de un hotel guanacasteco, gastando cerca de 800 litros de agua diaria a expensas de la necesidad de muchas comunidades. O caminando en algún centro comercial que no sea el Mall San Pedro o el Centro Comercial del Sur, por supuesto. Defender la ciudad implicaría defenderla para todos y todas. No se trata únicamente de desplazar forzosamente a los elementos que no “embellecen” la ciudad y fomentar así su guetificación. Esa ha sido una política importada del primer mundo y adoptada en ciudades como D.F. y Bogotá. Pienso que debe ser un prioridad la defensa del derecho a la ciudad, aún en un contexto en el que prime el derecho a la propiedad por sobre cualquier otra cosa. Pero la ciudad, además, es un espacio de conflicto y tensión. Por eso hay continuos enfrentamientos simbólicos: la escenografía comercial, el disparate de las tiendas baratas en las que hay un imbécil hablando por micrófono. Claro, el asunto se las trae porque nuestras sociedades ya no parecen estar integradas por ciudadanos sino por consumidores ¡Derechos ciudadanos NO! ¡Derechos del consumidor! Pero la ciudad sólo se puede defender desde la ciudadanía (sea saint saimoniana, hobbesiana, robespiereana, marxiana, gramciana lyotardiana o la que putas sea). Y la ciudad se defiende como se defiende la cotidianeidad que la articula: la ciudad se constituye, también, a partir de una funcionalidad desde lo cotidiano. Por eso la ciudad es el escenario por excelencia para luchar, abolir e imaginar (retomo las consideraciones de J.M. Borrero en ese sentido). El joven Rimbaud visita la París de los comuneros y regresa a su natal Charleville lleno de decepción: “es solo un estomago” dijo el autor de El corazón bajo la sotana. Naturalmente Rimbaud se enfrenta a una cotidianeidad trastocada y trastornada. Pero nuestra cotidianeidad, la que articula nuestras sociedades, no es menos descalabro. Pienso en la rutina de levantarse y ser víctima de las presas, de las gordas que se “colan” en la fila, de los buses sucios con sus asientos ocupados, en el almuerzo derramado sobre el bolso, en la humedad resultante de una política sistemática de asfaltarlo todo, en las calles sin aceras, en los camiones arrojando toneladas de humo, en el fragor de los motores que no te dejan conciliar el sueño, en los camiones que transportan tóxicos, en la mierda entera que nos toca vivir cada mañana. No es, pues, una inquietud pequeño burguesa. O tal vez sí. A menudo los movimientos que se dicen alter-mundistas se preocupan de mucha dialéctica y de poca epiléptica. Las preocupaciones y ocupaciones ordinarias (por más resultado de ideología que sean) no son del todo cosas desdeñables. La gente muere de cotidianeidad (así como de confort, claro está). La gente muere de ciudad. Antes de despertar suspicacias sería muy pertinente dejar claro que no soy acólito de Johnny Araya ni mucho menos. Todo esto no es más (quizás) que una rabiata de media semana. No obstante, sigo convencido de la necesidad de defender la cotidianeidad antes de que ésta acabe sepultándonos.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Sobre la novela (va de nuevo)


JOYCE. ABECEDARIOS
F. Umbral

El Ulises es ya el libro fetiche del siglo XX, antes que una novela o una destrucción de la novela. Cada país de occidente, incluso de Oriente, ha querido tener su Ulises, como signo de modernidad. Es como si sólo las grandes sociedades avanzadas pudieran producir un Ulises. Y esto tiene su sentido, pues lo que hace James Joyce es meter toda su cultura milenaria en una novela. La cultura es la verdadera protagonista de este libro. El triángulo de personajes, sin ese barroquismo de latín y griego que les arropa, se hubiera quedado en una novelita realista.
Le preguntaron a Onetti una vez:
-Se dice que el verdadero protagonista de sus novelas es la escritura.
Y Onetti, cabreado con la pregunta:
-No. El verdadero protagonista es el punto y coma.
Se nota mucho que a Joyce le interesan más los juegos verbales que los personajes. Ulises es un libro sobre la escritura. Me parece un error analfabeto leerse este libro todo seguido, por saber qué pasa. Yo siempre lo he leído abriendo Por cualquier parte. Siempre salen cosas, siempre se pilla algo. Es la lectura que está exigiendo esta novela o lo que sea. Luego han venido los listillos que nos advierten de que su librillo admite varias lecturas, de atrás adelante, boca abajo, sentado a lo moro encima del frigorífico, etc.
Después de la gran sentada de la novela del XIX, los rusos, los franceses, Dickens, todo eso, la inteligencia se rebela y quiere hacer otra cosa con el lenguaje. Ya no tenemos la fe que el hombre romántico tenía en sí mismo. La verdad es que Ana Karenina y toda la novela rusa y europea donde han quedado es en el cine, pues estamos de vuelta de las pasiones humanas, tan mediocres, y nadie pierde el tiempo en contar un adulterio de mil páginas. Hemos aligerado la novela, afortunadamente.
JJ se atrevió a ser el Picasso de la novela más y mejor que nadie. El desorden de su libro es la mejor expresión de la falta de fe en nosotros mismos, y por tanto en el relato de nuestras pequeñas mezquindades y nuestras grandes pasiones de retrete. Lo expresa bien Yeats:
-Amor, amor, amor… en el lugar del excremento.
Desde Dos Passos a Cela, todo el mundo se resiste a hacer la novela convencional, decimonónica, pero no es por falta de confianza en nosotros mismos. El hombre romántico creía mucho en sí mismo, se rizaba el pelo y se ponía grandes corbatas que le consagraban la cabeza. Desde JJ y Kafka sabemos que no somos nada ante las instituciones, contra el Estado. Nuestra propia peripecia nos aburre y de ahí nace lo social. Mejor afiliarse a un sindicato y seguir peripecias colectivas. Con la muerte de Dios se vio, en el entierro, que éramos unos cuantos parias. Y entonces Nietzche empieza a besar a los caballos, por la calle, pues comprende que son mucho más hermosos y mitológicos que el ser humano. No estaba loco.
El ser humano es un funcionario que se aburre o un político que repite la Historia hasta el asco. No se escriben grandes novelas porque no hay grandes casos o no creemos en ellos. JJ acierta con la novela de lo mínimo, haciendo que no pase nada o que sólo pasen tonterías. Hay que reducir al hombre, hay que devolverlo a su tamaño real y más bien poco. El Ulises es la trituradora del hombre romántico. Tras la peripecia de Bloom y Dedalus no se puede engrandecer a Werther ni a Lucien Rubempré. El autor del XIX, el gran siglo de la novela, se miraba siempre en el personaje. JJ sólo se mira en el estilo, en los hallazgos, en los juegos. No intenta para nada contarnos su vida. “Sólo me interesa el estilo”, fue su lema contra la Grande Guerre.
Pero los editores, que quieren seguir vendiendo historietas a los Leopold Bloom del mundo, piden novela. Lo poco que hay que contar ya lo cuenta el cine. Lo mucho que hay que contar en cuanto a observación de las muchachas, las frutas, los gatos, las cuatro estaciones y los alegres cementerios en flor, eso lo cuenta mejor la poesía en verso o prosa. Por eso algunos leemos más a los poetas –en verso o prosa, ya digo- que a los novelistas, esos mozos de cuerda del suceso, de la cama adúltera o del armario con un cadáver dentro, respirando naftalina.
Joyce se divierte con sus abecedarios y no sale jamás de su cultura clásica y su Dublín provinciano. El Ulises es un libro culturista que se titula irónicamente, claro, pues al Ulises griego no dejaban de pasarle cosas y a la señora Bloom no le pasa nada, salvo menudencias de vagina. Porque JJ no solo se propone acabar con el héroe romántico, sino también con el hombre clásico, ya que él es un rehén de los jesuitas y el latín. Entre Dios y la teología se quedó con la teología, o sea la peor parte.
Paraíso, de Lezama Lima, es el Ulises tercermundista de América. Así como España se afirma mediante el Quijote, los países pequeños o nuevos se afirman mediante un falso Ulises donde se nota demasiado la intención de ser posteriores, de estar de vuelta, en pura orgía del lenguaje, como el señor Joyce.
La vida de Joyce y el grupo de Bloomsbury es una novela (de hecho se ha contado mucho y escrito mucho), pero JJ no quería incurrir en la novela de la vida sino en la novela del lenguaje. Su aventura particular, su quijotismo, está en hacer un libro que rompa con los clásicos, con la religión y con la lógica, de modo que el libro es autobiografía en el sentido de que JJ está en él solventando una querella contras los molinos/gigantes del jesuitismo y el clasicismo, dos causas que odia y ama. JJ hace el libro para sí mismo y en ocasiones, leyéndolo, nos sentimos excluidos de él, como lectores: éste es el malestar de todos los que han intentado en vano leer tan arisca novela.
Joyce hizo primero el libro y luego éste creó sus lectores, que no los había. Estos libros nacen con vocación de universales, como el Quijote, lo que pasa es que no los lee nadie. Sobre el Ulises se ha escrito tanto que casi no hace falta leerlo para mantener una brillante e ignorante conversación sobre lo ulisiaco.
El gran libro se convierte en lápida, en tótem y tabú, en lanza, en espingarda, en escudo, en título de nobleza, es utilizado por unos y por otros, es militarizado, como el Quijote, o frivolizado, como el Ulises. No hay que escribir grandes libros porque es como levantar catedrales góticas, que terminan en las postales. El gran libro produce rechazo por exceso de significación. ¿Leemos el Ulises como novela, como juego vanguardista, como crónica de Dublín? El Quijote y el Ulises tienen tantas lecturas que el lector se encuentra incómodo pasando de unas a otras: casi todas le rechazan, ya lo hemos dicho.
Todo gran libro se convierte en pedagógico, pasa a ser rehén de los educadores y los ministros, quienes piensan que de ese tomazo hay que sacar algún provecho moral o cívico (no creen en la mera literatura ni les gusta). El Ulises tiene casi un siglo y se ha vuelto pedagógico. JJ escribió su novela para huir de la pedagogía, que era su medio, pero a la larga no deja más que una millenta de prosa que los Gobiernos quieren educativa. Es una brillante manera de fracasar.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Desde Guarenas, Caracas, Venezuela



Les presento a mi abuelo, Pedro Hernández, casado dos veces, mayor de edad, jugador de dominó y bebedor empedernido. Le sobran los años, el licor, las historias y el buen humor. Es un hombre bajito y regordete, de cabellos y bigotes blancos, que acostumbra usar boina y camiseta sin mangas para matizar el calor.
La mejor manera de conocerlo es con estos retazos anecdóticos de los inicios o desenlaces de sus discusiones de borracheras con mi abuela, Cruz del Valle Rivas. Él llega a la casa borracho, ella cuestiona su borrachera. Espero lo gozen!

Cruz: Coño Pedro, ¿pero tu no te cansas de beber?
Pedro: ¡No Cruz, si yo bebo sentado!

Cruz: ¡Conchale Pedro! ¿Pero por qué es que tu llegas tan tarde?
Pedro: ¡Que vaina Cruz, pero no ves que es que tu vives muy lejos!

Cruz: ¿Pedro pero porque tu gastas tanto real en bebida? ¡A mí nunca me has comprado nada!
Pedro: Pero conchale Cruz, ¿que coños vendes tu?

Cruz: ¡Coño Pedro, tengo 20 años contigo y tu nunca me has comprado ni un vestido!
Pedro: ¡Ah Cruz, pero yo no sabía que tu vendías ropa!

Cruz: ¡Sigue tomando Pedro, para que veas!
Pedro: ¡Ah Cruz! ¿La caña es buena pa la vista?

Cruz: Pedro mira, ¿pero por qué vienes así todo pintao?
Pedro: Ah Cruz, ¡es que le caí a coñazos a un payaso!

*Quedo debiendo la foto. Por el momento, una imagen de archivo!

martes, 26 de agosto de 2008

Agua Fría


Es una de esas canciones “épicas” con olor a carbón y cadencias de tren (Blues de guitarra con cuerdas roncas). Su héroe es de esos tipejos eternamente jóvenes y llenos de arrugas en el rostro que se creen los dueños del mundo porque lo usan sin pagar y además dan cátedra en cualquier esquina sobre los placeres de la vida. Apátridas y antisociales, vagabundos que se mueven en la ciudad y en el campo con la misma soltura porque no tienen nada comprometido, ni conspiran contra nada ni saben quién putas es el prójimo, es decir, bichitos desencajados. La soledad parece que es el único lujo que se permiten, y lo pagan caro. Los días duros pero felices. Sin progreso ni vueltas atrás todo es un devenir al que no le cabe nada en los bolsillos. Cuando se mueren sus cuerpos terminan, en el peor de los casos, siendo carne en caldo de químicos para estudiantes de medicina, en el mejor, bead & breakfast para moscas. Qué horror. Mientras tanto, volvemos a casa, al libro, a la compu, al CD player a subirle el volumen y bailar como tontitos.

Well I woke up this morning
With the cold water
With the cold water
With the cold water (X 2)

Police at the station
And they don’t look friendly
And they don’t look friendly
And they don’t look friendly (X 2)

Blind or crippled,
Sharp or dull
I’m reading the Bible
By a 40 watt bulb
What price freedom?

Dirt is my rug…
Well I sleep like a baby
With the snakes and the bugs.

Well the stores are open
But I ain’t got no money
But I ain’t got no money
But I ain’t got no money (X 2)

Found and old dog
And he seems to like me
And he seems to like me
And he seems to like me (X 2)

Seem them fellows
With the card board signs
Scraping up a little money
To buy a bottle of wine
Pregnant women and
The Vietnam vets I say
Begging on the freeway
‘bout as hard as it gets

Well I slept in the grave yard
It was cool and still
Cool and still
Cool and still (X 2)

Slept all night in the Cedar grove
I was born to ramble
Born to rove
Some men are searching for the
Holy Grail
But there ain’t nothing sweeter
Than riding the rails

I look 47 but I’m 24
Well they shooed me away
From here the time before
Turned their backs
And they locked their doors
I´m watching T.V. in
The window of a furniture store.

Well I woke up this morning
With the cold water
With the cold water
With the cold water (X 2)
Tom Waits

Predilección evanescente


Lo verde.
Lo apacible.
La llanura.
Las parvas.
Esta bien.
¿Pero el humo?
Más que nada,
que todo
el humo
el humo
el humo.

Girondo, Oliverio. Persuasión de los días.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Tabloides atrasados


Una maravilla de fragilidad y obsesión la de Pablito Ruiz. Del libro "Conversasiones con Picasso" de Brassai, fotógrafo.

"Me quedo solo con los seis pequeños bronces que Picasso ha sacado del "museo". Como no encuentro en este estudio atiborrado de cosas un solo paño de pared que pueda servirme de fondo, decido clavar un cartón. Necesito algunas chinchetas. se las pido a Marcel. Pero es curioso: en este crisol del arte, en el que los lienzos entran y salen por docenas, y los pinceles y los tubos de colores por centenares, por millares, no hay una sola chincheta disponible. Con evidentes muestra de disgusto, Marcel descubre y desclava algunas con su mellada navaja. Los ojos de Picasso, cuando vuelve, caen enseguida sobre las seis desgraciadas chinchetas.

PICASSO.- Son mis chinchetas...
YO.- Sí, son sus chinchetas.
PICASSO.-Entonces, las cojo...
YO.- ¡No las coja! Las necesito para el fondo.
PICASSO.-Bueno, quédese con ellas. Se las dejo... Pero tiene que devolvérmelas... Son mis chinchetas."

Recordando a Maeterlinck y a Eduardo

Las abejas se están muriendo. Dicen que por un virus. Bueno, al menos eso dice Nat Geo. Quizás se trata de otro subterfugio para justificar el ejercicio trasngénico. No lo sé. Sin embargo los productores de miel se han mostrado horrorizados. Sobre todo los asutralianos y los yanquis. Algunos científicos de esos que tienen nombres impronunciables sugieren que protejamos a las abejas africanizadas. Al parecer son las únicas que no se ven afectadas por el letal virus. Si supieran cuántas tribualaciones ha pasado el cuerpo de bomberos de Cartago a efecto de neutralizar las colmenas de abejas asesinas que tanto pululaban luego de la guerra fría. Los entendidos le llaman "the silence of the bees" o algo parecido. Pensar que hace 4 años y pico yo leía "La vida de las abejas" de Maurice Maeterlinck y me figuraba que algún día iba a tener una granja apícola. Leí ese texto mientras viejaba en bus a Ciudad Colón. A quién le importa ahora. Cerca de un 70% de nuestros alimentos dependen exclusivamente de la polinización que ejecutan las abejas. No obstante, eso me tiene sin cuidado. Podría vivir de pan y maíz, siempre y cuando los chilenos sigan produciendo vinos baratos. Lo que realmente me asusta es la posibilidacd de que con la muerte de las abejas, asistamos, sin más, a la muerte de los colores. Según las proyecciones de los mismos científicos con nombre raro, sí las abejas continúan muriendo al mismo ritmo actual, para el año 2035 en todo gringolandia no habrá una sóla abeja. Si bien es cierto, la laboriosidad de las abejas me resulta una moraleja de pésimo gusto, debo confesar que siempre he tenido gran simpatía por ellas. Sobre todo por su capacidad de fabricar colores. Nunca he sido beneficiario de una conciencia ecológica a lo san Francisco de Assis. La verdad me parece más grave la extinción de las monedas y los dialectos que la extinción de los pingüinos (debe ser porque nunca he visto uno). No obstante, el asunto de una posible desaparición de las abejas se las trae... Recuerdo que hace mucho tiempo Eduardo me sorprendió con una linda metáfora (confieso que desde ese momento no me ha vuelto a impresionar). Corría, o renqueaba, el año 2000 y el flaco hablaba de un "diente de abeja". Sencillamente me encantó. La imagen no dice nada. Lo sé bien y de cualquier modo es una imagen, no un tratado. Lo cierto es que me fascinó al punto de que aún la recuerdo. Vaya un lindo mundo el que nos tocó heredar. Ya no basta con tener (¡y todavíalos tenemos!!!!!!) gorilas en los gabinetes en vez de tenerlos en los zoológicos o en los bosques nubosos de África. Ya no basta con que el idioma se nos muera a cada tanto. Ya no basta con que nos incendien los países a fuerza de especulación. Ya no basta con que sea preciso masturbarse la duda antes de dormir. Por si fuera poco: ahora se nos mueren los colores de las flores.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Más de lo escrito al margen

Inventario de titulares

Simulacros: la mujer y el hombre. Las putas, las drogas, la democracia, los latinoamericanos, las crisis económicas, el costo de la vida y su canasta básica. Los países en vías de desarrollo, los Fideles Castros y sus Raúles, los nicas y los colombos, los turcos y los ecuatorianos, los oscar arias y sus rodrigos, los oscar, el tipo de cambio, los obispos y sus mancebos, la inseguridad social, el hambre, las moscas africanas y sus niños abombados, National Geographic, Hugh Hefner, Bono, Lucifer, Talamanca y León Trece, este blog, los automóviles eléctricos, la Tercera Guerra Mundial, la República Bolivariana, el cigarrillo en los labios de la madrugada, Bin Laden y sus infelices, los menú vegetarianos, la ley anti-tabaco el yoga y el fen-shui, la ansiedad y el desamparo, el miedo, el voto que me lo vengan a pedir. Todo con su nombre en avezada caligrafía en la ficha del fichero, todo nombre deshilachando los prejuicios y las imágenes que me tranquilizan porque sé de qué estoy hablando y hay que correr a pagar los recibos antes de que venzan.
La única causa justa: la de los maricones.
Lo único fuera del simulacro: el mundo libre creciendo en tumbas, lisiados y sueños cumplidos de la cabecita hueca de un vaquero analfabeta y simplón y todo poderoso que ya ni siquiera se toma la molestia de simular.

sábado, 2 de agosto de 2008

viernes, 1 de agosto de 2008

La Divina Paloma

Doble Filo


por Edgar Espinoza
Voy a explicar cómo funciona este Gobierno. Dentro de su particular concepción del poder, Oscar Arias no ejerce como presidente de la República sino como deidad. Por sus lauros, por tanta foto suya con celebridades mundiales y por la imagen que tiene de sí mismo, él pertenece más a un reino que a algo tan profano como un gobierno.
A su diestra, Rodrigo, el gran hermano, es su agente terrenal, el arcángel de la espada llameante que, entre pitos y flautas, baja esporádicamente a la llanura nimbado de poderes generalísimos a vérselas con este incómodo rebaño descarriado llamado país, que cuestiona, que critica, que presiona, y al que hay que sosegar para que su impertinencia no perturbe la santa paz de las alturas.
En su afán de fortalecer aún más el divino tablado, a la sazón confortable, espléndido y gratificante, en las últimas semanas el Sagrado Binomio introdujo una novedad: bendijo a Laura Chinchilla como precandidata al reino, de modo que con un poco de maná celestial y algo de suerte se pueda convertir en su prolongación ad infinitum o, al menos por cuatro añitos más, en el solio providencial.
No es difícil imaginar un día en la vida de Oscar como leyenda viviente. Por ejemplo, mientras Rodrigo se apaña con los bellacos que censuran la santa voluntad arista de pagar a gente de su círculo seráfico con fondos de arcas donde hasta el justo peca, él recibe en su templo a Mel Gibson, al Chavo o a Alejandro Sanz. Mientras Rodrigo lidia con los opositores, disimula las gracias del reino y apechuga con la feligresía disconforme, él lee a Malthus, se iguala a Rembrandt y llama por teléfono a Sarkozy o a Zapatero, para revelarles la fórmula mágica de una Unión Europea perfecta.
Se ha sofisticado tanto que ya hay más consultores que serafines en su seno. Se ha encumbrado tanto que ya no le desvelan los enredos de palacio. Se ha aquerenciado tanto con el poder que cuando visita otros reinos ya no le delega el suyo a la vicepresidenta. Se ha vuelto, en fin, tan quisquilloso, que hasta parece tener heraldos en la prensa a su servicio.
Y cuando entre arpas y trompetas desciende (los pitos y flautas son para Rodrigo), sobreviene de inmediato la transubstanciación: disfrazado de bombero, chef o lo que le encaramen, firma decretos; se autoglorifica con cadenas nacionales de televisión pródigas en imágenes de su apostolado, y besa con rostro mesiánico a su grey, la misma que, aún con la mano extendida, espera hechos y no discursos.
Pero no hay nada que hacer. Oscar está tan entretenido en su nube, que ya ni escucha las súplicas para que gobierne en vez de reinar, para que aterrice en vez de soñar, para que se sienta ser humano en vez de mito, y para que hunda sus manos en las urgencias del país en vez de pavonearse entre el protocolo y la lisonja, la foto y el halago, la adoración y el espejo.

martes, 29 de julio de 2008

60´s: ser joven y del rock (dónde está mi gente).

No le creo del todo a Marshal Berman. De hecho no me considero capaz de creerle a alguien que se apellide Berman. Ni aunque fuera el único ser de este planeta (de hecho si fuera el único ser de este planeta lo menos que haría sería creerle, ni aún apellidándose Welles o Borges). Todo ese preámbulo es para justificar que el paralelismo del título (el cual, valga añadir, no pretende ser original ni mucho menos) aspira negar, de a una, que no estoy de acuerdo con aquella elocuente enunciación de Berman en la que se señala que en los sesentas el mundo se rompió lanzándose a la calle. No me interesa, por otro lado, que pueda ser cierto e, incluso, no me interesa que los sesentas ejerzan una sospechosa fascinación. Es más, me atrevería a pensar que si se censa la población que “dice haber vivido” los sesentas y se coteja con los registros demográficos, la primera excede a la otra en cifras, quizás, sorprendentes. Lo cierto es que esa, por demás dudosa, sensación de ruptura suele estimular divagaciones muy estériles. Peor es cuando toda una década queda reducida a un mítico y, si se quiere, feliz polvorín social de jóvenes. O aún más grave: cuando esa artificiosa impresión se circunscribe a lo que hicieron o no hicieron los jóvenes franchutes. Como si los sesentas quedaran condensados en un mayo… que por si fuera poco es sólo francés. Y entonces vale señalar cuál álbum de The Beatles o cuántas peregrinaciones hasta San Francisco o cuánto milagroso cáñamo o cuántos Jim Morrison… Y la contracultura en su par antinómico de anfetaminas versus barbitúricos,o que si Bakunin o Krishna, que si la bohemia nocturna o la claridad de las mañanas y las margaritas… que si Hendrix o Dylan… Y entonces las pautas publicitarias empiezan a diferenciarse según criterios etarios y usar vaqueros (quiero evocar la memoria de mi abuelo Memo) ya no es una costumbre exclusiva, al menos en Centroamérica, de mecánicos u obreros. Se abre una grieta generacional que, si bien no es nueva, al menos se profundiza de manera insólita por obra y gracia de la expansión del mercado y la diferenciación del consumo cultural… Entonces en el sur se combatía a las dictaduras y con su persuasivo altruismo los yanquis inyectaban democracia con M16…Y más allá de los descalabros que ya todos conocemos algo crecía al margen de las certezas y no era, precisamente, la revolución ni el advenimiento del Mesías (tal como lo han propagado las sucesivas oleadas de milenaristas). Tampoco era que había marcianos ni esos fenómenos paranormales que tanto hicieron delirar a los profetas del materialismo histórico (véase los archivos de parasicología soviética). Empezaba a crecer algo parecido al fin de siglo. Crecíamos sin haber sido… nos envejecían y nos suicidaban a discreción de inteligentes directores de inteligencia casi tan inteligentes como nuestros semáforos inteligentes… La orfandad y la añoranza del vacío primordial, a menudo, evocan suspicacias y requerimientos en los que la palabra padre adquiere jerarquía capital. Nacimos o nos nacieron como un anacronismo porque fuimos concebidos en la era de la fascinación por las crisis y ya éramos un título de valor a veintipico años plazo. Nacimos o nos nacieron como resultado de la especulación financiera de las existencias y nadie devengó nuestros réditos. Nacimos o nos nacieron (hablo de quienes tiempo después fuimos expulsados de nuestras madres en la encrucijada de los ochentas… admitiendo también a los de fines de 70 para que Billito no se enoje) con una aparente revolución cultural que supo ubicar muy bien a muchos de sus adalides en privilegiados puestos. No obstante, hay algo de cierto en eso de que la humanidad es otra después del rock; sobretodo ser joven. Pero en este asunto existe también una contradicción no exenta de interés. Mientras la dinámica de la economía de mercado dilata la duración de esa categoría social que llamamos juventud (debido tanto a la incapacidad de generar suficientes empleos, como a la necesidad de ensanchar el mercado meta más relevante de la “era global”), por otro lado, el creciente deterioro económico de las capas medias exige que los, otrora jóvenes estudiantes, procuren integrarse al mercado laboral lo antes posible. No quiere decir que “ser joven” signifique en sentido estricto ser estudiante, al menos no a principios de siglo XX. A modo de confesión debo decir que todo esto lo escribo porque no sé dónde ubicar físicamente a mis compañeros de generación. No sé donde encontrarlos cuando salgo por las noches. Desde que conocí a quienes ahora son mis amigos ha transcurrido mucho tiempo y no he coincidido con gente de mi edad*. No sé si deba frecuentar gimnasios o academias de yoga o restaurantes vegetarianos o premieres de refritos en los centros comerciales. Pero sí los visitara aún me queda una duda: ¿sería posible compartir el mundo de la vida con alguien “de ahí”? Parece como si (salvo mis amigos) toda una generación haya resuelto suicidarse. Se dijera que nada más existen como morondos consumidores de símbolos y sopas precocidas. No sé si conviven dentro de la capa de algún circo a la que sólo es posible llegar en automóvil. No sé si son estibadores malpagados o si beben un martini verde en cualquier aeropuerto. No sé si los veré en el bus o si les pagaré una carrera de taxi colectivo. Cuando Vallejo decía: “sé que hay una persona compuesta de mis partes, a la que integro cuando va mi talle cabalgando en su exacta piedrecilla” sin duda nos enseñaba a ver con ojos hechos para lo imposible. Yo no tengo tal certeza. En definitiva no sé dónde están esas personas que me buscan en su mano día y noche y que me encuentran a cada minuto en su calzado. Ha de ser, en efecto, que ignoran que la noche está encerrada con espuelas detrás de la cocina; o que la cancillería les dio una beca.

* Carlitos Fallas diría que estoy refiriéndome desde y para una determinada clase social y que estoy obviando las contradicciones que existen dentro una categoría tan ambigua como lo es “generación”. Se dijera, también, que lo estoy mistificando. Quiero hacer una salvedad: lo hago de manera deliberada.

viernes, 25 de julio de 2008

A quien corresponda



San José, Costa Rica, año catapún

A la luz de todo lo acontecido en los últimos mil años, hemos decidido abstenernos de participar directamente en las acciones que están previstas en agenda para llevarse a cabo durante el presente milenio que recién comienza.

No quisiéramos con esto levantar susceptibilidades ni arrebatos de congoja en ninguna de las partes del llamado mundo mundial, todo lo contrario; seguros de que nuestra ausencia no será determinante en los juegos de pesos y contrapesos de cualquier tipo de balanza que quiera utilizarse para pesar todo lo pesable, nuestra decisión vendría a ser más bien un voto de confianza a las grandes conquistas culturales y civilizatorias que la humanidad ha alcanzado hasta este punto de no retorno.

Amantes como hemos sido de los ripios en la redacción, así como de los cinismos convenientes y la decadencia con flor en el ojal, es cierto que no podremos alejarnos de las mesas superfluas ni de las madrugadas efímeras. Sin embargo, de ahora en más, nuestros brindis serán un mero formalismo estético que den un veto a las conversaciones aburridas y siniestras.

Sin nada más por el momento y aprovechando el duermevela de los justos, nos retiramos a dormir el sueño envueltos en las sábanas que estos han dejado enfriarse, confiados en que cuando llegue la hora de nuestro despertar podremos por fin recoger todas las cenizas y lanzarlas al mar.

Alegres y en volanta
nos despedimos con abrazos fraticidas.

lunes, 14 de julio de 2008

Cuatro Casos Verídicos


1.Victoria, maestra de kinder, en una tarde cualquiera puso a los niños a dibujar lo que ellos quisieran. Se acercó a Luis y observó su dibujo: un momento cúspide en el fútbol; la anotación de un gol con tiro directo de media distancia señalado por una línea cortada desde el patadón del delantero de camisa celeste, hasta el marco del guardameta vencido, con rostro sudoroso y deformado.
Pasó donde Raúl, una vagoneta cargada de tierra azul que despedía una gran cantidad de humo marrón y cruzaba la hoja de un lado a otro con gran potencia. Después Karina, muchas montañas verdes con precipicios amarillos y un río delicado que brotaba del fondo de la hoja. Así fue, niño por niño; mares plagados de ballenas y cangrejos que se las comían, familias jugando en las afueras de las casas, logotipos de bátmanes y supermanes y exménes y chapulines colorados, carros deportivos, palmeras de playa, etc.
Cuando llegó donde Layla se detuvo, la hoja estaba llena de rayas inclinadas hacia la derecha y la izquierda, todas de un morado profundo con distintas intensidades -¿Qué estás dibujando?- Preguntó Victoria – ¿Yo niña? Estoy dibujando Zá zazazá zá zá záza zá.

2. Pamela puso a su sobrina Mariana, de tres años, a pintar unas figuras que ella le hizo en un papel para entretenerla y se fue a poner café. Cuando volvió a ver cómo le iba a Mariana notó que se estaba saliendo del área de un triángulo equilátero impecable que ella había dispuesto entre varios círculos, cuadrados y rectángulos. –¡Ah no, Mariana! tenés que pintar sin salirte!- le dijo Pamela. -¡Es que no me alcanza tía! ¡Es muy chiquitito!

3. Diego, el hijo de Alonso, estaba jugando con unos tucos de colores en la sala de la casa; su papá lo veía a ratos desde el cuarto, cuidando que no se jalara alguna torta. Al rato, Alonso se dio cuenta de ese silencio profundo que, irónicamente, funciona como una alarma para los padres y adultos en general cuando de niños se trata; volteó a ver a la sala pero no se veía Diego; lo llamó dos o tres veces ¡Diego¡ ¿Qué estás haciendo? ¿Dónde estás? No hubo respuesta.
Cuando llegó a la sala, Diego estaba de pie, inmóvil, con una mano señalando el cielorraso. ¿Qué te pasa, Dieguito? Pero Diego ni se inmutaba. ¿Qué te pasa? Insistíó Alonso. ¡Ay ya, papi! ¡Estoy jugando de estatua!

4. David, el hijo menor de Milagro, es un niño de esos valientes y aventureros que desarma cuanto artefacto esté armado y usa sus piezas para diversos propósitos que los fabricantes jamás podrían imaginarse. Una vez estaba aplicándose como mecánico con su bicicleta bocarriba. Le daba vuelta con toda la fuerza de sus manos a los pedales y se quedaba mirando, pensativo, cómo aceleraba y desaceleraba la rueda trasera. En un descuido, un accidente: Saber ¿cómo? Pero los dedos de una de las manos de David se metieron en los rayos de la rueda cuando esta iba en sus mayores revoluciones. Lloró, lloró mucho David del dolor.
En el hospital le cosieron los dedos, sin embargo uno fue imposible, estaba muy maltratado y lo perdió. Llegaron a visitarlo unos tíos que él quiere mucho: Dago y Roxana. David ya estaba recuperado, se lo había tomado con filosofía, como dicen. Después de los saludos y tal, en un momento de silencio, David les pregunta a sus tíos sin ningún tipo de recriminación ni mucho menos: ¿Ustedes querían que me pasara esto a mí? –Dago y Roxana se miraron sin saber muy bien cómo reaccionar ante la pregunta –¡No Davicito, jamás¡ Vos sabés que nosotros te queremos mucho!
-Pues yo tampoco.

miércoles, 9 de julio de 2008

¿Por qué fumamos?


Según un artículo de la prestigiada revista Archives of Internal Medicine fumar produce pérdida de memoria. Ha de ser por eso que no recuerdo porque fumo cuando fumo, o ¿porqué he fumado? O la causa de que no haya forma de que recuerde los inevitables resultados para mi salud de tan tremendo vicio. O de que olvide que acabo de fumar cuando me enciendo el siguiente cigarrillo. También en esta senda ahora puedo entender porque se me olvida que hay gente que le molesta y fumo indiscriminadamente cada vez que se me ocurre. Creo que he olvidado también los regaños de mi mama, y las oraciones de mi abuela. También el alto costo de la cajetilla, y las prohibiciones para fumar en sitios públicos. Hacerse las placas y hacer ejercicio. En definitiva nadie podrá culpar a un pobre fumador de sus problemas de memoria, en el tanto y en el cuanto, rápidamente olvido a los que me dicen que no fume.

martes, 8 de julio de 2008

2 citas

1. "La industria de ficción actual admite las contradicciones.
El buen monstruo es como el buen salvaje. Se puede amar en él, como reemplazo, lo que se ha dejado de amar suficiente mente. Se le ama cuando es imposible amar a seres reales. Su presencia es objeto de empatía y cariño irreal, alternativo, si la transferencia de afecto a personas se vuelve intolerable por el asco que provoca su condición (subhumanizada, por ejemplo); o simplemente cuando tengo resistencia a la identificación emocional con el otro, pues me acecha la premonición de perderlo.
En el fondo de su conciencia desdichada, el hombre contemporáneo repunta la obsesión de que no se debe malgastar empatía verdadera con seres humanamente desvalorados de antemano o pertenecientes a un mundo en bancarrota. Es preferible el cariño empobrecido hacia seres ficticios que obligarse a materializar un ser humano con las polarizaciones del caso y correr el riesgo de contaminarse de subhumanidad... Rehumanizar a quien se ha subhumanizado es difícil."
"Lo monstruoso y lo bello" Rafael Ángel Herra, pag 57-58
2. "La modernidad es un concepto esquemático o cómodo para designar una sensibilidad compleja y desgarrada, aun cuando se invisibilice los procesos económicos y geopolíticos que forman parte de su matriz...
El individuo ideológico de la modernidad, imaginado como portador de la Humanidad completa, materializa una violencia en la que la especie (proceso abierto y constante al que se debe convocar a quienes se produce como distantes y distintos, ajenos) resulta imposible. Las prácticas contra otros, derivadas de la codicia o el miedo, y en nombre de un humanismo sustantivo que ya no existe porque forma parte de un pasado disuelto, comienzan y terminan por anular la posibilidad de la humanidad genérica y, con ello, también la del individuo, fragmentado y preso ahora por sus agresiones a las que necesita valorar como eficaces y exitosas.
La humanidad es hoy, gritan los expositores de la modernidad. ¡Únete al movimiento! Pero llaman a algo que interrumpe las adhesiones fieles o tímidas que convoca y las encarcela con el despotismo de la propiedad privada capitalista, su geopolítica, el colonialismo, el etnocentrismo, la patriarcal obsesión sexista, el mito de la razón madura, los empresariales misterios de la tecnología y las finanzas y el forzamiento de migraciones no deseadas que conducen a una misma región previamente deshecha por dominaciones, imperios y represiones que agitan al hombre como su base y en la que no resulta posible, y en el caso latinoamericano, tampoco deseable, discernir raíces ni intuir espacios originales. En realidad, el ser humano es un futuro que hasta el momento se ha conseguido negar."
"Siglo XXI, producir un mundo", Helio Gallardo, pag 96