martes, 29 de julio de 2008

60´s: ser joven y del rock (dónde está mi gente).

No le creo del todo a Marshal Berman. De hecho no me considero capaz de creerle a alguien que se apellide Berman. Ni aunque fuera el único ser de este planeta (de hecho si fuera el único ser de este planeta lo menos que haría sería creerle, ni aún apellidándose Welles o Borges). Todo ese preámbulo es para justificar que el paralelismo del título (el cual, valga añadir, no pretende ser original ni mucho menos) aspira negar, de a una, que no estoy de acuerdo con aquella elocuente enunciación de Berman en la que se señala que en los sesentas el mundo se rompió lanzándose a la calle. No me interesa, por otro lado, que pueda ser cierto e, incluso, no me interesa que los sesentas ejerzan una sospechosa fascinación. Es más, me atrevería a pensar que si se censa la población que “dice haber vivido” los sesentas y se coteja con los registros demográficos, la primera excede a la otra en cifras, quizás, sorprendentes. Lo cierto es que esa, por demás dudosa, sensación de ruptura suele estimular divagaciones muy estériles. Peor es cuando toda una década queda reducida a un mítico y, si se quiere, feliz polvorín social de jóvenes. O aún más grave: cuando esa artificiosa impresión se circunscribe a lo que hicieron o no hicieron los jóvenes franchutes. Como si los sesentas quedaran condensados en un mayo… que por si fuera poco es sólo francés. Y entonces vale señalar cuál álbum de The Beatles o cuántas peregrinaciones hasta San Francisco o cuánto milagroso cáñamo o cuántos Jim Morrison… Y la contracultura en su par antinómico de anfetaminas versus barbitúricos,o que si Bakunin o Krishna, que si la bohemia nocturna o la claridad de las mañanas y las margaritas… que si Hendrix o Dylan… Y entonces las pautas publicitarias empiezan a diferenciarse según criterios etarios y usar vaqueros (quiero evocar la memoria de mi abuelo Memo) ya no es una costumbre exclusiva, al menos en Centroamérica, de mecánicos u obreros. Se abre una grieta generacional que, si bien no es nueva, al menos se profundiza de manera insólita por obra y gracia de la expansión del mercado y la diferenciación del consumo cultural… Entonces en el sur se combatía a las dictaduras y con su persuasivo altruismo los yanquis inyectaban democracia con M16…Y más allá de los descalabros que ya todos conocemos algo crecía al margen de las certezas y no era, precisamente, la revolución ni el advenimiento del Mesías (tal como lo han propagado las sucesivas oleadas de milenaristas). Tampoco era que había marcianos ni esos fenómenos paranormales que tanto hicieron delirar a los profetas del materialismo histórico (véase los archivos de parasicología soviética). Empezaba a crecer algo parecido al fin de siglo. Crecíamos sin haber sido… nos envejecían y nos suicidaban a discreción de inteligentes directores de inteligencia casi tan inteligentes como nuestros semáforos inteligentes… La orfandad y la añoranza del vacío primordial, a menudo, evocan suspicacias y requerimientos en los que la palabra padre adquiere jerarquía capital. Nacimos o nos nacieron como un anacronismo porque fuimos concebidos en la era de la fascinación por las crisis y ya éramos un título de valor a veintipico años plazo. Nacimos o nos nacieron como resultado de la especulación financiera de las existencias y nadie devengó nuestros réditos. Nacimos o nos nacieron (hablo de quienes tiempo después fuimos expulsados de nuestras madres en la encrucijada de los ochentas… admitiendo también a los de fines de 70 para que Billito no se enoje) con una aparente revolución cultural que supo ubicar muy bien a muchos de sus adalides en privilegiados puestos. No obstante, hay algo de cierto en eso de que la humanidad es otra después del rock; sobretodo ser joven. Pero en este asunto existe también una contradicción no exenta de interés. Mientras la dinámica de la economía de mercado dilata la duración de esa categoría social que llamamos juventud (debido tanto a la incapacidad de generar suficientes empleos, como a la necesidad de ensanchar el mercado meta más relevante de la “era global”), por otro lado, el creciente deterioro económico de las capas medias exige que los, otrora jóvenes estudiantes, procuren integrarse al mercado laboral lo antes posible. No quiere decir que “ser joven” signifique en sentido estricto ser estudiante, al menos no a principios de siglo XX. A modo de confesión debo decir que todo esto lo escribo porque no sé dónde ubicar físicamente a mis compañeros de generación. No sé donde encontrarlos cuando salgo por las noches. Desde que conocí a quienes ahora son mis amigos ha transcurrido mucho tiempo y no he coincidido con gente de mi edad*. No sé si deba frecuentar gimnasios o academias de yoga o restaurantes vegetarianos o premieres de refritos en los centros comerciales. Pero sí los visitara aún me queda una duda: ¿sería posible compartir el mundo de la vida con alguien “de ahí”? Parece como si (salvo mis amigos) toda una generación haya resuelto suicidarse. Se dijera que nada más existen como morondos consumidores de símbolos y sopas precocidas. No sé si conviven dentro de la capa de algún circo a la que sólo es posible llegar en automóvil. No sé si son estibadores malpagados o si beben un martini verde en cualquier aeropuerto. No sé si los veré en el bus o si les pagaré una carrera de taxi colectivo. Cuando Vallejo decía: “sé que hay una persona compuesta de mis partes, a la que integro cuando va mi talle cabalgando en su exacta piedrecilla” sin duda nos enseñaba a ver con ojos hechos para lo imposible. Yo no tengo tal certeza. En definitiva no sé dónde están esas personas que me buscan en su mano día y noche y que me encuentran a cada minuto en su calzado. Ha de ser, en efecto, que ignoran que la noche está encerrada con espuelas detrás de la cocina; o que la cancillería les dio una beca.

* Carlitos Fallas diría que estoy refiriéndome desde y para una determinada clase social y que estoy obviando las contradicciones que existen dentro una categoría tan ambigua como lo es “generación”. Se dijera, también, que lo estoy mistificando. Quiero hacer una salvedad: lo hago de manera deliberada.

viernes, 25 de julio de 2008

A quien corresponda



San José, Costa Rica, año catapún

A la luz de todo lo acontecido en los últimos mil años, hemos decidido abstenernos de participar directamente en las acciones que están previstas en agenda para llevarse a cabo durante el presente milenio que recién comienza.

No quisiéramos con esto levantar susceptibilidades ni arrebatos de congoja en ninguna de las partes del llamado mundo mundial, todo lo contrario; seguros de que nuestra ausencia no será determinante en los juegos de pesos y contrapesos de cualquier tipo de balanza que quiera utilizarse para pesar todo lo pesable, nuestra decisión vendría a ser más bien un voto de confianza a las grandes conquistas culturales y civilizatorias que la humanidad ha alcanzado hasta este punto de no retorno.

Amantes como hemos sido de los ripios en la redacción, así como de los cinismos convenientes y la decadencia con flor en el ojal, es cierto que no podremos alejarnos de las mesas superfluas ni de las madrugadas efímeras. Sin embargo, de ahora en más, nuestros brindis serán un mero formalismo estético que den un veto a las conversaciones aburridas y siniestras.

Sin nada más por el momento y aprovechando el duermevela de los justos, nos retiramos a dormir el sueño envueltos en las sábanas que estos han dejado enfriarse, confiados en que cuando llegue la hora de nuestro despertar podremos por fin recoger todas las cenizas y lanzarlas al mar.

Alegres y en volanta
nos despedimos con abrazos fraticidas.

lunes, 14 de julio de 2008

Cuatro Casos Verídicos


1.Victoria, maestra de kinder, en una tarde cualquiera puso a los niños a dibujar lo que ellos quisieran. Se acercó a Luis y observó su dibujo: un momento cúspide en el fútbol; la anotación de un gol con tiro directo de media distancia señalado por una línea cortada desde el patadón del delantero de camisa celeste, hasta el marco del guardameta vencido, con rostro sudoroso y deformado.
Pasó donde Raúl, una vagoneta cargada de tierra azul que despedía una gran cantidad de humo marrón y cruzaba la hoja de un lado a otro con gran potencia. Después Karina, muchas montañas verdes con precipicios amarillos y un río delicado que brotaba del fondo de la hoja. Así fue, niño por niño; mares plagados de ballenas y cangrejos que se las comían, familias jugando en las afueras de las casas, logotipos de bátmanes y supermanes y exménes y chapulines colorados, carros deportivos, palmeras de playa, etc.
Cuando llegó donde Layla se detuvo, la hoja estaba llena de rayas inclinadas hacia la derecha y la izquierda, todas de un morado profundo con distintas intensidades -¿Qué estás dibujando?- Preguntó Victoria – ¿Yo niña? Estoy dibujando Zá zazazá zá zá záza zá.

2. Pamela puso a su sobrina Mariana, de tres años, a pintar unas figuras que ella le hizo en un papel para entretenerla y se fue a poner café. Cuando volvió a ver cómo le iba a Mariana notó que se estaba saliendo del área de un triángulo equilátero impecable que ella había dispuesto entre varios círculos, cuadrados y rectángulos. –¡Ah no, Mariana! tenés que pintar sin salirte!- le dijo Pamela. -¡Es que no me alcanza tía! ¡Es muy chiquitito!

3. Diego, el hijo de Alonso, estaba jugando con unos tucos de colores en la sala de la casa; su papá lo veía a ratos desde el cuarto, cuidando que no se jalara alguna torta. Al rato, Alonso se dio cuenta de ese silencio profundo que, irónicamente, funciona como una alarma para los padres y adultos en general cuando de niños se trata; volteó a ver a la sala pero no se veía Diego; lo llamó dos o tres veces ¡Diego¡ ¿Qué estás haciendo? ¿Dónde estás? No hubo respuesta.
Cuando llegó a la sala, Diego estaba de pie, inmóvil, con una mano señalando el cielorraso. ¿Qué te pasa, Dieguito? Pero Diego ni se inmutaba. ¿Qué te pasa? Insistíó Alonso. ¡Ay ya, papi! ¡Estoy jugando de estatua!

4. David, el hijo menor de Milagro, es un niño de esos valientes y aventureros que desarma cuanto artefacto esté armado y usa sus piezas para diversos propósitos que los fabricantes jamás podrían imaginarse. Una vez estaba aplicándose como mecánico con su bicicleta bocarriba. Le daba vuelta con toda la fuerza de sus manos a los pedales y se quedaba mirando, pensativo, cómo aceleraba y desaceleraba la rueda trasera. En un descuido, un accidente: Saber ¿cómo? Pero los dedos de una de las manos de David se metieron en los rayos de la rueda cuando esta iba en sus mayores revoluciones. Lloró, lloró mucho David del dolor.
En el hospital le cosieron los dedos, sin embargo uno fue imposible, estaba muy maltratado y lo perdió. Llegaron a visitarlo unos tíos que él quiere mucho: Dago y Roxana. David ya estaba recuperado, se lo había tomado con filosofía, como dicen. Después de los saludos y tal, en un momento de silencio, David les pregunta a sus tíos sin ningún tipo de recriminación ni mucho menos: ¿Ustedes querían que me pasara esto a mí? –Dago y Roxana se miraron sin saber muy bien cómo reaccionar ante la pregunta –¡No Davicito, jamás¡ Vos sabés que nosotros te queremos mucho!
-Pues yo tampoco.

miércoles, 9 de julio de 2008

¿Por qué fumamos?


Según un artículo de la prestigiada revista Archives of Internal Medicine fumar produce pérdida de memoria. Ha de ser por eso que no recuerdo porque fumo cuando fumo, o ¿porqué he fumado? O la causa de que no haya forma de que recuerde los inevitables resultados para mi salud de tan tremendo vicio. O de que olvide que acabo de fumar cuando me enciendo el siguiente cigarrillo. También en esta senda ahora puedo entender porque se me olvida que hay gente que le molesta y fumo indiscriminadamente cada vez que se me ocurre. Creo que he olvidado también los regaños de mi mama, y las oraciones de mi abuela. También el alto costo de la cajetilla, y las prohibiciones para fumar en sitios públicos. Hacerse las placas y hacer ejercicio. En definitiva nadie podrá culpar a un pobre fumador de sus problemas de memoria, en el tanto y en el cuanto, rápidamente olvido a los que me dicen que no fume.

martes, 8 de julio de 2008

2 citas

1. "La industria de ficción actual admite las contradicciones.
El buen monstruo es como el buen salvaje. Se puede amar en él, como reemplazo, lo que se ha dejado de amar suficiente mente. Se le ama cuando es imposible amar a seres reales. Su presencia es objeto de empatía y cariño irreal, alternativo, si la transferencia de afecto a personas se vuelve intolerable por el asco que provoca su condición (subhumanizada, por ejemplo); o simplemente cuando tengo resistencia a la identificación emocional con el otro, pues me acecha la premonición de perderlo.
En el fondo de su conciencia desdichada, el hombre contemporáneo repunta la obsesión de que no se debe malgastar empatía verdadera con seres humanamente desvalorados de antemano o pertenecientes a un mundo en bancarrota. Es preferible el cariño empobrecido hacia seres ficticios que obligarse a materializar un ser humano con las polarizaciones del caso y correr el riesgo de contaminarse de subhumanidad... Rehumanizar a quien se ha subhumanizado es difícil."
"Lo monstruoso y lo bello" Rafael Ángel Herra, pag 57-58
2. "La modernidad es un concepto esquemático o cómodo para designar una sensibilidad compleja y desgarrada, aun cuando se invisibilice los procesos económicos y geopolíticos que forman parte de su matriz...
El individuo ideológico de la modernidad, imaginado como portador de la Humanidad completa, materializa una violencia en la que la especie (proceso abierto y constante al que se debe convocar a quienes se produce como distantes y distintos, ajenos) resulta imposible. Las prácticas contra otros, derivadas de la codicia o el miedo, y en nombre de un humanismo sustantivo que ya no existe porque forma parte de un pasado disuelto, comienzan y terminan por anular la posibilidad de la humanidad genérica y, con ello, también la del individuo, fragmentado y preso ahora por sus agresiones a las que necesita valorar como eficaces y exitosas.
La humanidad es hoy, gritan los expositores de la modernidad. ¡Únete al movimiento! Pero llaman a algo que interrumpe las adhesiones fieles o tímidas que convoca y las encarcela con el despotismo de la propiedad privada capitalista, su geopolítica, el colonialismo, el etnocentrismo, la patriarcal obsesión sexista, el mito de la razón madura, los empresariales misterios de la tecnología y las finanzas y el forzamiento de migraciones no deseadas que conducen a una misma región previamente deshecha por dominaciones, imperios y represiones que agitan al hombre como su base y en la que no resulta posible, y en el caso latinoamericano, tampoco deseable, discernir raíces ni intuir espacios originales. En realidad, el ser humano es un futuro que hasta el momento se ha conseguido negar."
"Siglo XXI, producir un mundo", Helio Gallardo, pag 96