viernes, 19 de septiembre de 2008

Sobre la novela (va de nuevo)


JOYCE. ABECEDARIOS
F. Umbral

El Ulises es ya el libro fetiche del siglo XX, antes que una novela o una destrucción de la novela. Cada país de occidente, incluso de Oriente, ha querido tener su Ulises, como signo de modernidad. Es como si sólo las grandes sociedades avanzadas pudieran producir un Ulises. Y esto tiene su sentido, pues lo que hace James Joyce es meter toda su cultura milenaria en una novela. La cultura es la verdadera protagonista de este libro. El triángulo de personajes, sin ese barroquismo de latín y griego que les arropa, se hubiera quedado en una novelita realista.
Le preguntaron a Onetti una vez:
-Se dice que el verdadero protagonista de sus novelas es la escritura.
Y Onetti, cabreado con la pregunta:
-No. El verdadero protagonista es el punto y coma.
Se nota mucho que a Joyce le interesan más los juegos verbales que los personajes. Ulises es un libro sobre la escritura. Me parece un error analfabeto leerse este libro todo seguido, por saber qué pasa. Yo siempre lo he leído abriendo Por cualquier parte. Siempre salen cosas, siempre se pilla algo. Es la lectura que está exigiendo esta novela o lo que sea. Luego han venido los listillos que nos advierten de que su librillo admite varias lecturas, de atrás adelante, boca abajo, sentado a lo moro encima del frigorífico, etc.
Después de la gran sentada de la novela del XIX, los rusos, los franceses, Dickens, todo eso, la inteligencia se rebela y quiere hacer otra cosa con el lenguaje. Ya no tenemos la fe que el hombre romántico tenía en sí mismo. La verdad es que Ana Karenina y toda la novela rusa y europea donde han quedado es en el cine, pues estamos de vuelta de las pasiones humanas, tan mediocres, y nadie pierde el tiempo en contar un adulterio de mil páginas. Hemos aligerado la novela, afortunadamente.
JJ se atrevió a ser el Picasso de la novela más y mejor que nadie. El desorden de su libro es la mejor expresión de la falta de fe en nosotros mismos, y por tanto en el relato de nuestras pequeñas mezquindades y nuestras grandes pasiones de retrete. Lo expresa bien Yeats:
-Amor, amor, amor… en el lugar del excremento.
Desde Dos Passos a Cela, todo el mundo se resiste a hacer la novela convencional, decimonónica, pero no es por falta de confianza en nosotros mismos. El hombre romántico creía mucho en sí mismo, se rizaba el pelo y se ponía grandes corbatas que le consagraban la cabeza. Desde JJ y Kafka sabemos que no somos nada ante las instituciones, contra el Estado. Nuestra propia peripecia nos aburre y de ahí nace lo social. Mejor afiliarse a un sindicato y seguir peripecias colectivas. Con la muerte de Dios se vio, en el entierro, que éramos unos cuantos parias. Y entonces Nietzche empieza a besar a los caballos, por la calle, pues comprende que son mucho más hermosos y mitológicos que el ser humano. No estaba loco.
El ser humano es un funcionario que se aburre o un político que repite la Historia hasta el asco. No se escriben grandes novelas porque no hay grandes casos o no creemos en ellos. JJ acierta con la novela de lo mínimo, haciendo que no pase nada o que sólo pasen tonterías. Hay que reducir al hombre, hay que devolverlo a su tamaño real y más bien poco. El Ulises es la trituradora del hombre romántico. Tras la peripecia de Bloom y Dedalus no se puede engrandecer a Werther ni a Lucien Rubempré. El autor del XIX, el gran siglo de la novela, se miraba siempre en el personaje. JJ sólo se mira en el estilo, en los hallazgos, en los juegos. No intenta para nada contarnos su vida. “Sólo me interesa el estilo”, fue su lema contra la Grande Guerre.
Pero los editores, que quieren seguir vendiendo historietas a los Leopold Bloom del mundo, piden novela. Lo poco que hay que contar ya lo cuenta el cine. Lo mucho que hay que contar en cuanto a observación de las muchachas, las frutas, los gatos, las cuatro estaciones y los alegres cementerios en flor, eso lo cuenta mejor la poesía en verso o prosa. Por eso algunos leemos más a los poetas –en verso o prosa, ya digo- que a los novelistas, esos mozos de cuerda del suceso, de la cama adúltera o del armario con un cadáver dentro, respirando naftalina.
Joyce se divierte con sus abecedarios y no sale jamás de su cultura clásica y su Dublín provinciano. El Ulises es un libro culturista que se titula irónicamente, claro, pues al Ulises griego no dejaban de pasarle cosas y a la señora Bloom no le pasa nada, salvo menudencias de vagina. Porque JJ no solo se propone acabar con el héroe romántico, sino también con el hombre clásico, ya que él es un rehén de los jesuitas y el latín. Entre Dios y la teología se quedó con la teología, o sea la peor parte.
Paraíso, de Lezama Lima, es el Ulises tercermundista de América. Así como España se afirma mediante el Quijote, los países pequeños o nuevos se afirman mediante un falso Ulises donde se nota demasiado la intención de ser posteriores, de estar de vuelta, en pura orgía del lenguaje, como el señor Joyce.
La vida de Joyce y el grupo de Bloomsbury es una novela (de hecho se ha contado mucho y escrito mucho), pero JJ no quería incurrir en la novela de la vida sino en la novela del lenguaje. Su aventura particular, su quijotismo, está en hacer un libro que rompa con los clásicos, con la religión y con la lógica, de modo que el libro es autobiografía en el sentido de que JJ está en él solventando una querella contras los molinos/gigantes del jesuitismo y el clasicismo, dos causas que odia y ama. JJ hace el libro para sí mismo y en ocasiones, leyéndolo, nos sentimos excluidos de él, como lectores: éste es el malestar de todos los que han intentado en vano leer tan arisca novela.
Joyce hizo primero el libro y luego éste creó sus lectores, que no los había. Estos libros nacen con vocación de universales, como el Quijote, lo que pasa es que no los lee nadie. Sobre el Ulises se ha escrito tanto que casi no hace falta leerlo para mantener una brillante e ignorante conversación sobre lo ulisiaco.
El gran libro se convierte en lápida, en tótem y tabú, en lanza, en espingarda, en escudo, en título de nobleza, es utilizado por unos y por otros, es militarizado, como el Quijote, o frivolizado, como el Ulises. No hay que escribir grandes libros porque es como levantar catedrales góticas, que terminan en las postales. El gran libro produce rechazo por exceso de significación. ¿Leemos el Ulises como novela, como juego vanguardista, como crónica de Dublín? El Quijote y el Ulises tienen tantas lecturas que el lector se encuentra incómodo pasando de unas a otras: casi todas le rechazan, ya lo hemos dicho.
Todo gran libro se convierte en pedagógico, pasa a ser rehén de los educadores y los ministros, quienes piensan que de ese tomazo hay que sacar algún provecho moral o cívico (no creen en la mera literatura ni les gusta). El Ulises tiene casi un siglo y se ha vuelto pedagógico. JJ escribió su novela para huir de la pedagogía, que era su medio, pero a la larga no deja más que una millenta de prosa que los Gobiernos quieren educativa. Es una brillante manera de fracasar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Entretenida, sagaz y eficiente forma de hablar bine y mal de este "Ulises".

Yo lo terminé al tercer intento. Finalmente logró arrollarme, por eso mismo, por se runa maquinaria dle lenguaje. Me parece maravilloso.

Me ha gustado mucho la idea de que esta novela "es la trituradora del hombre romántico".

Tus propuestas me parecen acertadas, ¿cómo entenderlas en nuestro contexto? ¿O será acaso que desde el "Uises" solamente nos hemos seguido repitiendo?

Saludos.

Pelele dijo...

Sí que es entretenido y sagaz. Pasa que el texto no es mío, es de Francisco Umbral, publicado en un libro de ensayos sobre escritores y artistas europeos haciendo un mapeo para nada superfluo de la cultura (en tanto arte) europea "¿Y Cómo eran las ligas de Madame Bovary?" Ediciones Destino. La prosa de Umbral siempre es un deleite, es un cínico y un desenfadado que alimenta su ego con una modestia al revés. A mí me divierte mucho.

De lo que plantea aquí es interesante su idea de que a la novela le ha robado su razón de ser el cine. Picasso señalaba algo similar respecto a la pintura y la fotografía, aunque Picasso lo veía como un fenómeno liberador: Ya que la foto existe, el pintor tiene libertad plena para dedicarse a otras cosas e incluso alejarse del "tema".

Respecto a las rutas de la literatura moderna (novela) creo que a grandes rasgos han habido dos vertientes la tradicional decimonónica que perdura hasta nuestros días, quiero decir "contar algo" y esa otra novela "experimental" (calificativo que no me agrada en lo más mínimo) que sin duda inaugura Joyce, más preocupada por el lenguaje que por los personajes. El "Boom" de esto se encuentra en las primera décadas del XX. Con Boom quiero decir que muchos autores abordan la literatura desde esa trinchera y también existen lectores para ello. Luego La novela vuelve a su cauce "original" y en eso estamos. Claro que en Latinoamerica se dan manifestaciones particulares de estos fenómenos. En un proceso no del todo consolidado de las literatutas "nacionales" se pasa a la literatura "latinoamericana" con lo del Boom y ahora los latinoamericanos le prenden velitas a la virgen de turno pa que los entiendan como escritores a secas y se les quite el apellido geográfico.
CR? creo que lo de Alexander Obando tiene un poco lo de esa vertiente otra, no tanto en lo de la preocupación por el lenguaje, sino en la complejización de tiempos y espacios que requieren de cierto humor del lector para disfrutala.

Saludos.

Anónimo dijo...

Mirá, sí, decía su nombre de primero. Pasa que me gustó tanto que ni cuenta me di.

La novela experimental, tal y como se entendió durante el siglo XX, y que llega hasta nuestros dìas, siento que ya se ha agotado hace rato. De alguna forma, tal y como ha sucedido con todas las tendencias en las artes, hay un retorno a las formas clàsicas. Y si no lo hay, deberìa, pues solo retomando y reconsiderando el canon, podremos dar otro salto.

La narrativa de Àlex me gusta porque siento algo de ese aliento clàsico (incluso èpico) en algunos tramos, sin renucniar a la ironìa, tan propia de nuestro tiempo.

Saludos.