viernes, 25 de julio de 2008

A quien corresponda



San José, Costa Rica, año catapún

A la luz de todo lo acontecido en los últimos mil años, hemos decidido abstenernos de participar directamente en las acciones que están previstas en agenda para llevarse a cabo durante el presente milenio que recién comienza.

No quisiéramos con esto levantar susceptibilidades ni arrebatos de congoja en ninguna de las partes del llamado mundo mundial, todo lo contrario; seguros de que nuestra ausencia no será determinante en los juegos de pesos y contrapesos de cualquier tipo de balanza que quiera utilizarse para pesar todo lo pesable, nuestra decisión vendría a ser más bien un voto de confianza a las grandes conquistas culturales y civilizatorias que la humanidad ha alcanzado hasta este punto de no retorno.

Amantes como hemos sido de los ripios en la redacción, así como de los cinismos convenientes y la decadencia con flor en el ojal, es cierto que no podremos alejarnos de las mesas superfluas ni de las madrugadas efímeras. Sin embargo, de ahora en más, nuestros brindis serán un mero formalismo estético que den un veto a las conversaciones aburridas y siniestras.

Sin nada más por el momento y aprovechando el duermevela de los justos, nos retiramos a dormir el sueño envueltos en las sábanas que estos han dejado enfriarse, confiados en que cuando llegue la hora de nuestro despertar podremos por fin recoger todas las cenizas y lanzarlas al mar.

Alegres y en volanta
nos despedimos con abrazos fraticidas.

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