Ustedes, los míos carajo!!

A Pipi porque me duele en el alma…

A Uds., los míos porque me llenaron y llenan el alma..!!

Cómo se despierta y se duerme al mismo tiempo?, cómo nos levantamos y caemos de una?, cómo nos reímos a carcajadas, nos enfiestamos bebiendo, fumando, bebiendo-comiendo, cómo nos desbaratamos, maldecimos-lloramos, culpabilizamos, lloramos nuevamente y volvemos a repetir? o simplemente dejamos que todo fluya a la espera de una nueva “tagada”.

Pues bien, quizás es sólo cuestión de que se me olvidaba que el dolor no es solo esa molestia de mis uñas encarnadas de adolescente, o de alergias divinamente construidas desde el inconsciente, que además de estorbar, me han sido “útiles” para justificar los pendientes –diarios y eternos- por realizar. Aclaro, que estas líneas no intentan escudriñar sobre las premisas ontológicas del asunto y tampoco esto se constituye en mi declaración de que finalmente me pongo la fábrica de panderetas, abandonando la blasfemia y otros vicios, a los cuales maravillosamente me he acomodado y he aprehendido a su lado.

Estas letras sólo pretenden dar cuenta de ustedes, esos los míos y mías, a los que alguno denomina “putativos”, esos mismos que se les ama y odia, con los cuales se comparten la birras, los cigarros, los puros, la conversa y la escucha. Esos mismos y mismas, a los que se les abraza y besa, se les cuentan lo que le pasó a uno en el brete, en la casa, en la calle, lo que uno hace o no hace, a los que les cuento malos chistes aún cuando sea reincidente –en los chistes y en los malo de los mismos-, con quienes se comparten los pormenores de la fiesta anterior y a su vez, se preparan los detalles de las siguientes, esas, que son de todo y de nada, cuales excusas para tenerlos atrapados junto a uno, por todas y cada una de esas maniobras que hacen cuando están a tu lado.

Son por esas palmaditas en la espalda ante el desconsuelo, la tristeza, la desesperación y el enojo, respetando los espacios y alumbrando los mismos, logrando a la vez, mantenerse ecuánimes aunque el dolor también les duela, pero que otorgan respuesta ante el que “putas pasó?”. Es por esos momentos, en donde sin mirar a los ojos y con una fe ciega, les encargo cargarme en hombros, llevarme a vomitar -bonita costumbre la mía-, esperar mientras duro tres horas y piquito en el baño –esa es preciosa-. Es invitarme a la cerveza del zarpe, al veintiúnico cigarro. Es ponerme la camiseta, quitármela y quemarla, con una convicción que incluso el hacerlo, nos termine removiendo el pasado. Es asumir autoridad y voz de mando, para complacerme ante mis súplicas. Es el acompañamiento y más aún, el cuidarme para que vuelva sano y salvo a casa.

Es de forma lúcida, cachetearme –y cachetearnos- para caer en cuenta que esta vida es más que la estabilidad y que la puta rutina que nos envuelve y a la cual nos acomodamos de forma plácida, a la espera del próximo autobús de sucesos.

Es esperarme y arroparme, arrullándome a su lado para velar mis sueños.

Para nuevamente, al día después, caminar a mi lado, propiciando juntos nuevas industrias al son y ton de la cervecita helada, esa que adquiere su maravilloso sabor, sólo y únicamente, si es acompañada. Y pos de quién más? Pos de ustedes los míos y mías, carajo!!

Walterio!, 25/01/2010.