1.Victoria, maestra de kinder, en una tarde cualquiera puso a los niños a dibujar lo que ellos quisieran. Se acercó a Luis y observó su dibujo: un momento cúspide en el fútbol; la anotación de un gol con tiro directo de media distancia señalado por una línea cortada desde el patadón del delantero de camisa celeste, hasta el marco del guardameta vencido, con rostro sudoroso y deformado.
Pasó donde Raúl, una vagoneta cargada de tierra azul que despedía una gran cantidad de humo marrón y cruzaba la hoja de un lado a otro con gran potencia. Después Karina, muchas montañas verdes con precipicios amarillos y un río delicado que brotaba del fondo de la hoja. Así fue, niño por niño; mares plagados de ballenas y cangrejos que se las comían, familias jugando en las afueras de las casas, logotipos de bátmanes y supermanes y exménes y chapulines colorados, carros deportivos, palmeras de playa, etc.
Cuando llegó donde Layla se detuvo, la hoja estaba llena de rayas inclinadas hacia la derecha y la izquierda, todas de un morado profundo con distintas intensidades -¿Qué estás dibujando?- Preguntó Victoria – ¿Yo niña? Estoy dibujando Zá zazazá zá zá záza zá.
2. Pamela puso a su sobrina Mariana, de tres años, a pintar unas figuras que ella le hizo en un papel para entretenerla y se fue a poner café. Cuando volvió a ver cómo le iba a Mariana notó que se estaba saliendo del área de un triángulo equilátero impecable que ella había dispuesto entre varios círculos, cuadrados y rectángulos. –¡Ah no, Mariana! tenés que pintar sin salirte!- le dijo Pamela. -¡Es que no me alcanza tía! ¡Es muy chiquitito!
3. Diego, el hijo de Alonso, estaba jugando con unos tucos de colores en la sala de la casa; su papá lo veía a ratos desde el cuarto, cuidando que no se jalara alguna torta. Al rato, Alonso se dio cuenta de ese silencio profundo que, irónicamente, funciona como una alarma para los padres y adultos en general cuando de niños se trata; volteó a ver a la sala pero no se veía Diego; lo llamó dos o tres veces ¡Diego¡ ¿Qué estás haciendo? ¿Dónde estás? No hubo respuesta.
Cuando llegó a la sala, Diego estaba de pie, inmóvil, con una mano señalando el cielorraso. ¿Qué te pasa, Dieguito? Pero Diego ni se inmutaba. ¿Qué te pasa? Insistíó Alonso. ¡Ay ya, papi! ¡Estoy jugando de estatua!
4. David, el hijo menor de Milagro, es un niño de esos valientes y aventureros que desarma cuanto artefacto esté armado y usa sus piezas para diversos propósitos que los fabricantes jamás podrían imaginarse. Una vez estaba aplicándose como mecánico con su bicicleta bocarriba. Le daba vuelta con toda la fuerza de sus manos a los pedales y se quedaba mirando, pensativo, cómo aceleraba y desaceleraba la rueda trasera. En un descuido, un accidente: Saber ¿cómo? Pero los dedos de una de las manos de David se metieron en los rayos de la rueda cuando esta iba en sus mayores revoluciones. Lloró, lloró mucho David del dolor.
En el hospital le cosieron los dedos, sin embargo uno fue imposible, estaba muy maltratado y lo perdió. Llegaron a visitarlo unos tíos que él quiere mucho: Dago y Roxana. David ya estaba recuperado, se lo había tomado con filosofía, como dicen. Después de los saludos y tal, en un momento de silencio, David les pregunta a sus tíos sin ningún tipo de recriminación ni mucho menos: ¿Ustedes querían que me pasara esto a mí? –Dago y Roxana se miraron sin saber muy bien cómo reaccionar ante la pregunta –¡No Davicito, jamás¡ Vos sabés que nosotros te queremos mucho!
-Pues yo tampoco.
4 comentarios:
yo una vez descubrí a mi sobrino Marco Vinicio(3 años en aquel momento)y a mi sobrina Mariana (5 años en aquel momento) discutiendo si las sirenas eran mamíferos o no
Un día de piscina en el sabroso "verano eneriano", mi hermana ponía bloqueador solar sobre el rostro de mi sobrina María José. Ante tal situación, mi sobrina de 3 años -en ese momento- con un rostro dubitativo imborrable, preguntó a mi hermana -cito textualmente-: "¿Mami, por qué si uno utiliza bloqueador solar, no se irrita la piel?"
Emiliano el otro día..... no la verdad que el mae se los cuente
Hasta ahora descubro este post, así que agrego dos anécdotas que valen la pena ser contadas.
Están sentadas viendo la TV mi suegra y su nieta Valeria, de seis años. Observan el desfile del 11 de abril. La toma muestra al presidente oscar chocando manos con los niños de kinder en la primera fila de espectadores.
Valeria le dice a mi suegra: "¡yo no le doy la mano!", mientras coloca sus manos detrás de su espalda.
Mi suegra, tratando la cuestión cívica del asunto, le replica que el señor es el presidente de Costa Rica y debe respetársele.
Ella responde en tono de queja: "¡yo no quería que él fuera el presidente!"
Me levanto un sábado a las diez de la mañana, me lavo la cara y me dirijo a la sala de TV. Tan pronto me siento, desde el sillón de enfrente la misma Valeria, mi sobrina-política, me dice muy seria: Lau, ¿por qué las mujeres saben tanto de los hombres y los hombres saben tan poquito de las mujeres?
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