martes, 25 de mayo de 2010

Un viaje en tren a lo novela policíaca: realidad, ficción y el aumento del salario de los dipuatados


Estoy sentado en el primer asiento del vagón 83. Miro sus paredes paneladas con madera de teca y nogal y adivino una fastuosidad en ruinas que en sí misma es exquisita. Sin duda éste fue uno de esos vagones de primera clase en los que viajaron los burgueses hasta sus casas de veraneo. El tren como representación fehaciente del progreso es un tropo que se resiste a caducar. ¿Acaso Tocqueville tendría razón? me pregunto mientras me arrincono al lado de la ventana a fin de que una trabajadora de jack’s ocupe el resto del asiento que da al pasillo. Un hombre joven me pregunta dónde voy y enseguida me ofrece un tiquete. Voy a San Pedro, dije secamente al tiempo que entregaba un billete de 1000 colones. El hombre me entrega el cambio y la trabajadora de jack’s me sonríe con gesto maternal. Pienso que esta podría ser la escena de una novela policíaca en la que un detective decadente divaga sobre un crimen que él mismo cometió, al tiempo que mira por la ventana sin sonreir a los niños de las escuelas. ¿Y si yo fuera policía…?, digo en vos baja mientras decido doblar por la mitad el ejemplar de La Extra. Más allá de cualquier lastre ideológico creo que todos quienes nacimos en los ochentas alguna vez hemos acariciado la posibilidad de ser policías. Los más díscolos querían ser como ese Dennis Booker que conducía una Harley Davidson por las calles de Nueva York mientras sonaba Billy Idol y los más dóciles como Hunter o como Magnum PI. ¿Y si por el contrario yo fuera un asaltante de bancos...? Trato de recordar un pasaje de Bertolt Brecht en el que se pregunta ¿qué es robar un banco comparado con fundarlo? Desisto. Vuelvo a la idea del detective y pienso que preferiría encarnar la figura de ese detective hard-boiled de la era pulp. Dashiell Hammett debería estar en este mismo vagón de tren que cruza San José de Pavas a Curridabat y debería tener la oportunidad de leer un ejemplar de La Extra y debería ver las ridiculeces que salen en CSI. Pienso en ese tipo de series televisivas del género forense/negro/policíaco/ciencia ficción. Dashiell Hammet diría que son meras exhaltaciones de una racionalidad perdida que se aderezan con ingredientes baladíes de la tecnocracia. Dificilmente una generación de científicos que no ha descubierto cura para el cáncer podría solucionar ese tipo de crimenes casi perfectos. Abro nuevamente La Extra y encierro en un círculo la figura de un hombre con bigote. No sé quién es. No sé qué hizo. Pero de tanto pensar en detectives me vi im;ulsado a actuar como uno de ellos. Si Aguste Dupin se sentara a mi lado en vez de la trabajadora de jack’s a lo mejor estaría fizgoneando mi periódico y se sorprendería de que en este país los policías desacatan las órdenes del Ministro de Seguridad Pública. Sin duda Dupin se sentaría a ver CSI o Fringe por las noches y consideraría cambiar de profesión. Pero si en su lugar fuera Heredia, el investigador privado de Ramón Díaz Eterovic, quien se sienta a mi lado en el tren, estaríamos hablando de pasajes de Bill Pronzini y de bares donde preparan gin tonic. Heredia me diría que las series como CSI ignoran las presiones políticas de los sindicatos o de los politicos de alto rango para que tal o cual caso se maneje con mayor discreción o menor celeridad. La trabajadora de jack’s se baja en la Estación del Pacífico y su lugar es ocupado por un hombre de unos cuarenta años. Pienso que posiblemente se trata de un obrero de construcción que trabaja seis días a la semana para recibir menos del salario mínimo. Heredia me diría que las series de television como CSI ignoran que hay estaciones de policía que ni siquiera cuentan con electricidad ni servicios sanitarios y que estas estaciones, usualmente, se encuentran en países donde los diputados deciden de manera categorica subirse sus salarios en más de un 100%.

Caricatura de Allan McDonald

3 comentarios:

Pelele dijo...

Ameno el textito. Que bueno un detective que tome un caso por cuenta propia, un caso que le salte en el momento en que sube al tren y que resuelva en el lapso de tiempo en que el tren va de pavas a curri...

Pues lo último es que nuestra presidenta a decidio vetar la ley, si es que llega a aprobarse, que los mismos diputados que ella puso en esas curules están impulsando. Resultaran resentimientos entre Martín y Chinchilla, luego de este culebrón?

Ahora, que estamos tan novela negra, yo creo que es otra movida.

Marga dijo...

Me agrada el señor Heredia... un tipo lúcido

Jenaro dijo...

Pelele:
A mí se me hace que estataban "tanteando". Los resentimientos surgen en los mandos medios o en los "pega banderas" que lograron una curul. Hay una cosa que ha pasado inadvertida y que debería ser considerada: el proceso de apertura comercial ha significado una corporativización de las instituciones públicas, lo cual, a su vez, ha introducido factores inflacionarios en los salarios de los empleados de alto rango. Por supuesto que este proyecto tenía mucho de descaro, pero también es susceptible de entenderse desde una perspectiva estructural.

Marga:
De veras ese señor Heredia cae bien, dan ganas como de salir a tomarse unos tragos con él