miércoles, 16 de septiembre de 2009

Cuento para niños



Había una vez un enano que se creía gigante. Era un hombre de cejas amplias y modos lentos, una persona con alguna fama que gozaba del privilegio de gobernar una nación. El enano pasaba su tiempo con sus amigos, imponiendo sus decisiones a otros y viajando. Gozaba de la buena vida y la tranquilidad infinita que le daban su dinero y su falta absoluta de conciencia. Tiempo atrás, el enano habíase encontrado con una lámpara que resultó ser el hogar de un genio bondadoso y como cualquier genio, este le había prometido al enano cumplirle tres deseos. El enano había sido cauteloso con sus deseos y siempre los solicitó luego de largos periodos de reflexión, para cerciorarse que hacía lo correcto. Recordaba su primer deseo. Había pedido un premio, un premio grande que le otorgara fama y fortuna. El genio noble se lo concedió sin mucho trabajo y gracias a este premio el enano habíase conseguido una vida llena de privilegios y varios trabajos nada complicados. Su segundo deseo le había costado un poco más. ¿Por qué? Pues bueno, porque su primer deseo había sido tan acertado -a su parecer-, que el segundo debía excederlo y por lo tanto, traerle ya no solo fama y fortuna sino además poder, cosa que el enano encontraba muy apetecible. Preparado después de su reflexión, el enano hizo un día su segunda petición. Su segundo deseo implicaba su poder cuasi absoluto sobre una porción de tierra chiquita pero cuantiosa. La riqueza de esta zona implicaba no solo sus recursos sino también a sus habitantes, por lo que el enano además solicitó lograr cierto grado de poder mental sobre los pobladores de su tierra prometida. El genio, como dictaba su trabajo, le concedió su segundo deseo y el enano tuvo fama, fortuna y poder. El enano era feliz y estaba tranquilo. Igual su pueblo y sus riquezas. Pero entonces, se encontró un día insatisfecho. Pensaba que siendo tan poderoso, tan famoso y afortunado, era irrisorio que tan pocos reconocieran ciegamente su grandeza, porque si bien parte de su segundo deseo había sido encantar a su pueblo con su magnificencia, creía el enano orgulloso que el genio no había captado por completo la esencia de su deseo y había dejado que el encanto de su grandeza se destiñera con los años y en las cabezas de los nuevos habitantes de lo que él llamaba su aldea. Como verán, este era un enano testarudo y algo caprichoso y entonces comenzó a maquinar su tercer deseo. ¡Esta vez tenía que lograrlo de un solo golpe! Debía lograr que su pueblo le fuera fiel y servil hasta los fines de los tiempos, para mantener su poder, su fama y su fortuna. El enano pensó y pensó y pensó. Una tarde sintió que había encontrado la respuesta a sus preguntas. Pensó que por fin había logrado decidirse por el deseo que le concedería la vida eterna con las cualidades aquellas que más apreciaba. Entonces llamó por el genio. Aquel genio bonachón y obediente apareció ante sus ojos y le preguntó: “¿Estás listo para tu tercer y último deseo?”. El enano orgulloso y seguro le replicó: “Sí genio, ya sé que es lo que quiero que me concedas como mi último gran deseo”. El genio curioso le dijo: “Y bien enano, ¿cuál será tu tercer deseo?”. El enano complacido con su razonamiento le explicó al genio: “Pues mira genio, he estado pensando detenidamente como hacer para que mi pueblo admire mi grandeza y mi omnipotencia para siempre y he llegado a la conclusión que lo que sucede es que mi pueblo no es tan inteligente como yo. Así que genio, deseo rodearme de personas tan o más inteligentes que yo”. El genio habilidoso como era, se puso a buscar la forma de cumplir su deseo a su amo el enano y finalmente replicó: “Muy bien enano, lo tengo: te vas para el cielo, en compañía del altísimo siempre estarás rodeado de personas tan o más inteligentes que tú”. Fue así como en un abrir y cerrar de ojos el enano subió al cielo a regodearse con la grandeza e inteligencia de su dios y el pueblo vivió feliz para siempre.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado…
*Imagen tomada de: blogs.elcomercio.com.pe/unicorniosydragones/2007/09/duendes

miércoles, 2 de septiembre de 2009

¿Creacionismo?


Consíderese el siguiente texto extraído de un sitio web dedicado a las investigaciones creacionistas.

Fosiles o engaños

Hermano Rubén:


Le agradezco por su respuesta, quería consultarle sobre los restos fósiles encontrados, como: el hombre de Java, Neandertal, Pekín.

PREGUNTA:
¿Qué son realmente: monos erguidos, creaciones de Dios parecidas al hombre,…?

Gracias
Germán

RESPUESTA:
Querido Germán: Dios te bendiga. A través de tu pregunta, espero que podamos disipar mucha mala información que se tiene al respecto de los fósiles de transición o eslabones perdidos. Tan perdidos que todavía no se encuentran. El Rampiteco, Eoantropus (de Piltdown), Hesperopiteco (de Nebraska), y Australopiteco Africano (Lucy), y el Habilis entre los más conocidos, son científicamente aceptados como ‘taxones inválidos’, en pocas palabras, engaños evolucionistas. Estos han sido ya aceptados como diferente tipo de simios, o huesos de simio revueltos con huesos humanos. El engaño más grande es el de Nebraska que ‘lo crearon’ (mejor dicho, inventaron, pues el único Creador es Dios) de un diente de un tipo de cerdo que ahora se encuentra sólo en Paraguay. Se ha ‘sugerido´ a los museos y textos educativos que los presentan como eslabones, que los quiten de referencia y exhibición pues son mentira. Los aceptados como homo erectus son el Neandertal, Java, y Pekín. La postura inclinada de estos es debida a enfermedades como el raquitismo. Así mismo, existían otro tipo de deficiencias en vitaminas, e higiene. Te recomiendo comprar ‘El libro de las respuestas’. Ve a nuestra librería virtual que te conectará a ‘Claramente Cristiano’, o busca en el link al hermano Pedleton de Zacatecas.

En Su servicio, Rubén Berra

En mi opinión se trata de algo fascinante que sugiere un cierto lastre sinárquico o, más bien, un asunto de complot y victimización histórica. Me parece simpático que muchos de los argumentos esgrimidos en este sitio (no pienso abordar el tema del creacionismo tan ampliamente estudiado) se caracterizan por un ferreo escepticismo hacia todo el andamiaje ilustrado que llamamos ciencia moderna (aunque utilicen "evidencias" científicas para deslegitimar la ciencia). No obstante, dicho escepticismo, si se quiere hepático, se acompaña de un dogmatismo por demás vulgar. Lo que más me interesa resaltar tiene que ver con el fenómeno de construcción del discurso científico y con sus matices. Es decir, a la luz de los maestros de la sospecha no podríamos dudar de que las consideraciones esbozadas por algunos de estos "investigadores creacionistas" se fundamentan en principios epistemológicos más próximos de lo que imaginamos. Es cierto, consitutye una negación absoluta del enlightment muy similar a algunas disquisiones "deconstructivistas". ¿Pero acaso no evoca también las astucias retóricas de cierta ortodoxia teórico-metodológica? ¿O los ajados vaticinios apocalípticos de los eco-freaks y sus sucedáneos? En el fondo de esto me queda la impresión (casi sempiterna) de que las discusiones epistemológicas son, muchas veces, discusiones éticas disfrazadas.

Nota: Les recomiendo leer un texto del sitio mencionado que se encuentra en la sección de Biología del apartado de Preguntas y Respuestas. Es increible. Se titula Anfibios y Homosexualidad.