Desde chiquillo en la escuela me enseñaron el himno, los colores de la bandera, quién fue Juan Santamaría, y que Costa Rica era una país de paz y democracia. Con la adolescencia y los conflictos con la autoridad me di cuenta de que parte de la historia era pura paja, y que buscaba crear un país de mansos funcionales. A pesar de la decepción, siempre me pareció fundamental aquella decisión de don Pepé Figueres de abolir el ejército en el país, que si estaban los muros flojos antes del mazaso poco importa, o si le convenía. Nos legó, en un momento en que en América Latina se armaba para reprimir a sus pueblos, la maravilla de no contar como instrumento político con el aparato castrense. La primera vez que este desamparadeño atravesó Peñas Blancas, una de sus mayores impresiones fueron los muchachos de estricto oliva cargando sus fusiles.
En los últimos tiempos hemos presenciado como la postalita nacional empieza a ajarse y va quedando menos de lo que creíamos que era Costa Rica, pero sin duda, todavía los quince de setiembre una extraña alegría patriotera le invade a uno al compás de las bandas y al paso de los escolares y colegiales invadiendo las calles. Ahora hasta eso parece que se acaba, cuando vienen y le dicen a uno que cualquier día 7000 marines, si, esos de las pelis, los de Misión Vietnam, pueden transitar libremente por todo el territorio nacional sin pedirle permiso a nadie, y que en las costas podremos divisar fácilmente naves que tienen capacidad para transportar a 102 oficiales, 1.449 marines, que están artillados, y que pueden transportar 42 helicópteros CH-46, cinco aviones AV-8B Harrier y seis helicópteros Blackhawks., y que además el flamante presidente del congreso, José Luis Villanueva, apura a los diputados para aprobar el permiso. No es que uno se le arrugue el corazón y se le salgan las lágrimas, es que dan ganas de decirle a los diputados del Partido Liberación Nacional, a los del Movimiento Libertario, y al pandereta Justo Orozco, que son unos reverendos hijos de puta por permitir tal atropello.
No es que no acepte que la guerra a los narcos que viajan a toda velocidad por nuestras costas, sólo se le puede combatir con una capacidad similar a la de ellos, que es lo que supone la ayuda de los Estados Unidos, lo que me es inaceptable es la permisión de que en nuestro país haya ejército, lo cual se incrementa cuando es un ejércto que ni siquiera es el nuestro.
Es evidente, que el oficialismo en este país es sinónimo de estupidez, de una incapacidad casi natural para emitir un voto mínimamente coherente con los principios más básicos de nuestra tradición política, en la cual destaca la ausencia de fuerzas militares en cualquier contexto. Soy el primer voluntario a impedirle el libre tránsito al primer milico que pretenda atravesarse en mi camino.