¿acaso la ronda de nunca y de siempre
sea que percibo o que sueño las sombras
que animan el mundo latente?”
Silvio Rodriguez
Una imagen poética sin duda.
Este Quino, más allá de la sonrisita ladeada, más allá del desconcierto, de la angustia, la nostalgia o el terror que nos pueda provocar, nos remite al reino de lo imposible, no de lo absurdo que sería más fácil irse por ese trecho; lo que le da fuerza dramática, por llamarlo de alguna forma, es que estamos ante un imposible que con absoluta gravedad (por eso también mueve a risa) está siendo puesto en entredicho.
Uno puede pensar que el tipo este del bombín es un desquiciado, que es un charlatán, un alienado o simplemente un pobre diablo. Nada de eso importa: hay un hombre esperando, largando los ojos al horizonte con la esperanza de atisbar al menos el humo de eso que espera, que supone que se acerca, es decir, lo imposible está en entredicho. Pues eso, o algo muy parecido es la poesía.
Desequilibrando el lenguaje, que ya sabemos no alcanza para aprehender “lo real”, es decir, no alcanza para hacer que pase el tren, aunque sea la herramienta más eficaz que ha producido el hombre por su sofisticada capacidad de abstracción (por eso hablo de poesía y no de pintura o música cuyos lenguajes usan otros vehículos más tortuosos aunque no menos bellos,) para tales afanes; desequilibrando el lenguaje, mutándolo, equivocándolo, es como la poesía se aproxima a lo que sentimos, nos aproxima más y mejor a lo que sentimos (Ojo que estos sentimientos también pueden ser falsos digamos en sus causas, no así en su manifestación, pero no estamos haciendo psicoanálisis)
Nietzche, que era un señor que siempre tenía fiebre, sitúa el origen del lenguaje en el instinto, ya que supone que a todo pensamiento debe necesariamente precederle un lenguaje que lo permita. Entonces el germen de los lenguajes tendría un disparador “inconciente”, no racional, la razón es posterior al lenguaje. Pues bien, es en el universo de lo irracional donde hacen su órbita los sentimientos y es ahí donde sólo pueden darnos mentiras las palabras que se usan para las necesidades inmediatas: pedir un paquete de Derby al pulpero o demostrar que Costa Rica fue un sueño teórico de los liberales de fines del XIX y principios del XX o apuntar que la poesía es la vara más larga que tiene el lenguaje para acercarnos a expresar la posibilidad de lo imposible (los sentimientos y su realidad).
Pareciera que estoy haciendo una división entre un lenguaje poético y otro digamos común, pero la intención no es esa, al fin y al cabo los dos se construyen con palabras y son aguas de una misma pajilla. Por otro lado la poesía no es un asunto de iniciados ¡no hay seres más ordinarios que los poetas! Cuando Federico dice que las palabras están condenadas a mentirnos, la “mentira” es una categoría extramoral que para nada vicia las utilidades del lenguaje para la vida cotidiana, la educación, en fin la comunicación. Lo que sí creo es que en la poesía se logra una comunicación o conversación interna, a veces desde la alucinación y lo abigarrado, a veces desde lo diáfano y calmo. Los poetas propician eso en la humanidad y ese es su valor, no es una comunicación entre poeta y lector, que no es que sea imposible sino ingenuo esperar que suceda, sino una comunicación de la persona enfrentada al poema consigo misma y más aún con el lenguaje que le posibilita la vida, porque el poeta, después de escritos, también se somete a sus poemas.
Se ha dicho que ya todo está escrito. Borges tiene contabilizadas una docena de metáforas “esenciales” desde las que se dan una cantidad limitada de variaciones, lo demás, dice, pueden ser hallazgos meramente asombrosos, pero el asombro sólo dura un instante. Sin embargo yo creo que un instante ya es bastante. El lenguaje como máquina tendrá un funcionamiento básico, pero los sentires, que son historia y capricho, no.
A un amigo mío le gusta mucho una canción de Silvio Rodriguez que dice:
Los caldeos, los asirios, la Roma del poder
Supieron resumir mejor;
Los helenos, los egipcios, los hijos de Israel,
Ya estaban conversando del amor…
Después se pregunta Silvio: “¿Qué te podría decir desde hoy?”; yo no sé que le podría decir desde hoy a la muchacha, lo cierto es que el fulano, a pesar de esa duda retórica, escribe la canción.
Pues bien, ese es el imposible al que aspira la poesía: ¿Cómo le digo a esta mujer que la amo sin que suene nada más como que la amo? ¿Cómo mandar a la remierda a los Oscar Arias, sin que suene como que simplemente los estoy mandando a la remierda? Es decir, no es cierto que sintamos como se sintió hace cuatro mil años o dos mil años, no es cierto que sintamos como siente el vecino; pero el lenguaje no nos permite la particularidad, a menos que hagamos aburridísimos arabescos teóricos, o pongamos una nota al pie de cada palabra, y al carajo la abstracción del lenguaje y aún así, no podríamos decir lo que queremos decir.
Bueno, esa es precisamente la imposibilidad que con la poesía se pone en entredicho, a través del lenguaje quiere salirse de él. La poesía: ese tren que no pasa, que quizá nunca pase, que no va a pasar; ese tipo esperando, con su maletita llena de cosas que intuimos.